La viñeta que he visto recientemente, es pertinente y brillante: Barack Obama teledirige a un Joe Biden senil que va pisando todos los charcos. Obama es el hombre alabado por ser el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos. Muy cierto: yo también quería un presidente negro para Estados Unidos, pero no ése  por favor. Ahora, ocho años después, el matrimonio Obama, Barack y la pedantona Michelle, continúan teledirigiendo al Partido Demócrata ante un Biden al que ya sólo falta que se le caigan los dientes en pleno discurso.

El historial de Barack Obama en la Casa Blanca es como para echarse a temblar. Él entronizó el trashumanismo, lacra del siglo XXI. Recuerden: su primer acto como presidente consistió en apadrinar, rodeado de hombres de ciencia -¡oh sí!-, a aquellos matarifes de embriones humanos que iban a curar todas las enfermedades del mundo mundial destrozando embriones humanos a los que llamaban células embrionarias. No curaron ni una gripe pero pervirtieron la ciencia para muchas décadas.

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O recuerden la gran aportación de Obama a la política exterior, cuando lanzó la Primavera Árabe… que expandió el yihadismo por el mundo, terminando en la era terrorista más terrible de la historia moderna. 

Obama fue, también, quien lanzó la era de los tipos de interés negativos como solución a todos los problemas económicos del mundo mundial, resucitando así la temida y ya casi olvidada inflación global… y de paso disparando la deuda pública, haciéndose trampas en el solitario: todos sus bonos se los compraba la Reserva Federal. Obama desarrolló en la práctica la teoría económica según la cual la solución a los problemas económicos consiste en fabricar más dinero, en lugar de fabricar más bienes y servicios para el bien común.

Pero como era el primer presidente afroamericano... pues resulta que este horroroso balance de su Presidencia se ha vendido como un éxito. Así se escribe la historia.   

Pues bien, a pesar de todo lo anterior, prefiero al ateo Obama que al católico Biden. La razón es sencilla: con el senil Biden hemos caído en la Blasfemia contra el Espíritu Santo el mal de nuestra era, consistente en llamar mal al bien y bien al mal. Obama era cristófobo y ni tan siquiera se preocupaba de disimularlo. Biden es católico, acude a misa los domingos y luego se demuestra como un abortero contumaz y orgulloso, canónicamente, según su particular credo, de la gran matanza que él y otros como él posibilitan y promocionan. Es decir, con Biden bendecimos el aborto y consagramos la eugenesia. Obama tan sólo practica ambas cosas. 

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Porque cuando llamamos mal al bien y bien al mal, entonces es que hemos tocado fondo. Es justo lo que hace el catolícísimo Joe Biden.