Se llama Dimitri Peskov y es portavoz del Kremlin. En la cancillería se habla mucho de sus palabras del martes: Putin está dispuesto a hablar sobre Ucrania con el Papa Francisco, con Joe Biden y con Emmanuel Macron. En otras palabras, es una manera sutil de decir que está dispuesto a negociar la paz.
La respuesta ha sido triple: los ucranianos quieren juzgarle como criminal de guerra (la verdad es que, en su caso, no me extraña). El 'somnoliento Joe' ha vuelto a sacar pecho ofreciendo más armas a los ucranianos. Y Macron no ha dicho nada, a lo mejor, porque no se le ocurre nada. Jens Stoltenberg, secretario General de la OTAN, en la misma línea: ha prometido más ayuda a Ucrania para que derrote definitivamente a Putin.
Pues bien, Europa se equivoca de medio a medio, como se equivocó en 1989 cuando cayó el Muro de Berlín. Perdió entonces la oportunidad de integrar a Rusia en Europa, en Occidente. Pretender aplastar a Putin, además de que no queda muy pacifista, supone poner en peligro, nada menos que la 'estabilidad nuclear'. Y promover un golpe de Estado en Rusia tampoco parece una buena idea.