Es una tesis que estoy escuchando mucho entre gentes conservadoras. Y es puñetera porque es cierta. En efecto, a pesar de su desfachatez, Sánchez ha lanzado una cortina de humo con el grosero de Rubiales, exagerando una actitud indecorosa hasta niveles delirantes, donde no se pide pena de muerte para el grosero Rubiales más que nada porque la pena capital ya no es legal, que si no...
Sánchez trata de hacer más tragable su vergonzoso pacto con comunistas, separatistas y proetarras.
Ahora bien, la cortina también tiene su importancia, especialmente cuando se está entronizando una de las mayores barbaridades de la era moderna: hombre y mujer son iguales. Iguales en derecho, pero no en naturaleza ni en condición.
De cualquier forma, lo de Rubiales es un linchamiento (capitaneado por Irene Montero y muestra del feminismo más hipócrita), una cortina de humo que ha habido que exagerar hasta la náusea, hasta machacar a una persona por indecoroso... lo cual recuerda aquello de castigar el adulterio con penas de cárcel.