El problema de España no es Podemos. Podemos actúa conforme a su naturaleza: son marxistas y obedecen a la dictadura del proletario, tan fatigada a lo largo de una historia de crímenes. Ahora les queda el marxismo de género, mucho más peligroso porque no pretende destrozar la naturaleza de la sociedad sino la naturaleza de la persona.
No, el problema de España es Pedro Sánchez, el socialista que cometió la barbaridad de introducir a los comunistas en el poder, error que los socialistas sólo cometieron en septiembre de 1936, ya comenzada la Guerra Civil y que no volvieron a perpetrar hasta la llegada de Pedro Sánchez.
Ahora bien, lo que une a gente tan dispar como socialistas, comunistas, indepes catalanes, filoterroristas vascos, extremistas de cuño como Compromis o majaderos como la CUP es una sola cosa: su cristofobia. En eso son iguales. Es más si una condición casa con Pedro Sánchez, no tienen más que observar su producción, es el de profanador. No me refiero a la profanación de tumbas, que también. Recuerden que la civilización comienza cuando se empieza a enterrar a los muertos. No, me refiero a la profanación de lo sacro. La modernidad está compuesta por poliedros con mucha caras y en combinaciones distintas pero siempre hay un diagrama que se repite en todas: la cristianofobia. Esa nunca falla. Se trata de profanar el cristianismo.
Luego está la forma que adopta esa cristofobia. En Sánchez, el biotipo está claro: es un ególatra, eso no precisa demostración, y es un sociópata, condición que se explicita en su sonrisa.
Pues bien, el 28-M comienza el proceso para expulsar a los socio-comunistas de Moncloa. Nos jugamos mucho: hay que echar a Sánchez.