Pedro Sánchez anda estos días más hinchado de orgullo que de costumbre en Bruselas, pues se cree muy importante al participar en la última cumbre de la OTAN y en el Consejo Europeo, aunque la realidad es otra: un buen ejemplo de ello se ve en la foto de la OTAN fue relegado a la tercera fila y a la esquina derecha, y en el fracaso de su gira europea. Ahora se queja de que España es “una isla energética”. Menos mal, sino nos invadiría la energía francesa de su amigo Emmanuel Macron (con quien se da entusiastas besos en la mejilla, abrazos y palmadas en la espalda)… y sobra decir que no les gustaría ni a él ni tampoco a la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, porque sería mayoritariamente producida gracias a la nuclear.
El presidente del Gobierno señala que España y Portugal sólo tienen un 2,8% de interconexiones de su mercado energético con el europeo, y esto forma parte de las particularidades que dañan a ambos países con el precio del gas, por lo que quiere un trato especial de la UE (por ejemplo, que le deje desacoplar el gas del mercado mayorista). Actualmente, el sistema eléctrico español está interconectado con el centroeuropeo a través de la frontera con Francia por ocho conexiones (de diferente potencia) y en el tema del gas tiene dos interconexiones (por Irún y Larrau) por las que tiene capacidad para bombear 7.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas.
En gas se ha vuelto a hablar de la interconexión a través del MidCat, un proyecto que lleva parado desde 2018, porque “Francia exigió tener el control exclusivo del nuevo gasoducto y que lo pagara todo España”, según Marín Quemada
Oiga, Sánchez, si se queja del mínimo nivel de interconexiones, podría haberse esforzado más con su amigo Macron: menos muestras de cariño y más hechos. Por ejemplo, en gas se ha vuelto a hablar de la interconexión a través del MidCat (por Cataluña), un proyecto que lleva parado desde 2018 y que podría estar operativo en unos años y que Ribera considera que podría ser “beneficiosa para el suministro a nuestros vecinos”, pero si fuera financiada no sólo por España sino también por la UE, porque ahora habría que hacer nuevas inversiones para que respondiera a las exigencias del futuro para poder transportar también gas natural mezclado, gas renovable, biometano e incluso hidrógeno renovable. Claro que el expresidente de la CNMC, José María Marín Quemada, ha dejado ver la triste realidad del MidCat: “Francia exigió tener el control exclusivo del nuevo gasoducto y que lo pagara todo España”, ha señalado en una entrevista en El Mundo, y por eso se frustró. Además, Marín Quemada ha subrayado que la luz sería más barata en España con más energía nuclear, pero como saben, Ribera se empeña en cerrar los siete reactores españoles y pasa del “renacimiento” que esta energía está viviendo en muchos países.
Y paralelamente al fracaso de la gira europea de Sánchez, hay que darle otro tirón de orejas: se olvida de vender nuestra gran capacidad de regasificación, muy superior a la europea (tenemos seis plantas regasificadoras de las 20 que hay en el viejo continente). Algo que podría venir muy bien tras el negociazo que ha hecho Joe Biden, aprovechando la guerra en Ucrania, acordando enviar más gas natural licuado (GNL) de EEUU a Europa, el cual cuesta más del doble que el que llega por gasoducto. ¡Ole! Y esto además de resultar caro, será dar un paso atrás en la Agenda 2030 y la descarbonización, porque el gas emite CO2, algo que no sucede con la nuclear, que también proporciona una energía estable que no depende de factores meteorológicos como las renovables.