Todo el mundo pensaba que no podía haber ningún político en España tan narcisista como Pedro Sánchez, Pues lo hay: se llama Macarena Olona. Narcisismo y egolatría.
Vox no quiere que Olona vuelva al partido pero ella está dispuesta a incordiar hasta el final.
Ya hemos dicho que Santiago Abascal tiene que solucionar las dos almas de su partido: la nacionalista y la cristiana. Olona no pertenece ni a una ni a otra. Lo suyo en una egolatría de tal calibre que sólo se pertenece a sí misma. Su empeño por justificar lo injustificable y, sobre todo, por ser el centro de atención de todo lo que le rodea, no podía terminar sino en el destierro.
Por ahora, a la dirección de Vox se le ha acabado la paciencia y Olona está en la calle. Eso está bien pero no basta. Abascal tiene que hacer dos cosas: despertar, porque Vox está dormida, y decidir entre su alma cristiana y su alma nacionalista. Mejor que opte por la primera. Sobre todo, porque aunque el suflé independentista no haya terminado ya no estamos en los tiempos en que si alguien fundara un partido y lo llamara: "mueran los catalanes", sólo por eso, obtendría un millón de votos. No es que el suflé independentista haya decaído, me temo que eso es algo que costará una generación. Pero sí es verdad que los políticos indepes se han dado cuenta de que se trata de un sueño imposible que podría convertirse en pesadilla.
Además, el problema catalán dejará de serlo algún día pero los principios cristianos de Vox no tienen fecha de caducidad.
En cualquier caso, lo único que no puede hacer Abascal es quedarse quieto, porque a Santiago Abascal se le está poniendo cara de Albert Rivera.