La cantante dedica una canción a poner como no digan dueñas a su ex y su nueva novia. Vengativa por despecho.
El futbolista se burla de las burlas exhibiendo un reloj Casio y un coche Twingo. Chuleta, porque le viene en gana.
Tonto él y tonta ella. Pero todo sirve. La moraleja de esta triste historia es que no serán ni Shakira ni Piqué los que paguen el desamor de ambos sino sus hijos, que crecerán, como asegura uno de los pocos pensadores que nos quedan, el escritor Juan Manuel de Prada, pendientes de esa canción resentida de su madre y de la 'chuletería' de los vídeos de sus padre. En divorcios, separaciones y rupturas son los niños quienes siempre pagan el pato.
Todo de lo más edificante. En cualquier caso, ¿por qué hacer público lo privado?