Jean-Luc Mélanchon, el podemita francés, ha vencido en al Galia. En el Reino Unido, el ganador ha sido el laborista -ateo y vegetariano, son sus banderas- Keir Starmer.

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Ahora bien, lo que importa no es que la izquierda venza sino que el cristianismo pierde, en ambos casos... y también en España.

Y también en ambos casos se enfrentaban un ateísmo cristófobo de izquierdas frente a un ateísmo cristófobo de de derechas: da igual quién gane, los dos son cristófobos. 

Ni en Reino Unido ni en Francia quedan ahora fuerzas políticas de enjundia que puedan calificarse como cristianas. Oiga, y estamos hablando de la Europa cristiana.

Ahora pregúntense. por encima de la retórica de los valores republicanos -el principal valor republicano es la guillotina-, ¿puede darse una democracia de verdad sin esos principios cristianos fundadores de Europa? Por supuesto que no: es una contradicción en sus propios términos.

Por cierto, se extrañan muchos comentaristas de que la victoria de los neocomunistas, es decir, de los podemitas franceses, no haya producido una debacle bursátil. Pero, hombre es lógico; tanto Mélenchon como los especuladores bursátiles son capitalistas. No liberales, sino capitalistas. De hecho, por eso se han quitado el nombre de comunistas y hasta de socialistas. Los neocomunistas no son liberales pero si capitalistas. No creen en la propiedad privada pero sí en la empresa privada y en los mercados privados.