Decíamos ayer... que los peligrosos ultras del Tribunal Supremo le habían arreado un buen palo a Puigdemont y el pobre se ha visto obligado a reaccionar de forma insultante, calificando a los del Supremo como mafiosos de la 'toga nostra', una expresión que últimamente oigo bastante a menudo. 

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No sé yo quien canta las excelencias de la justicia española, que la he sufrido en demasía, pero hombre, me llama la atención que nuestra clase política arremeta contra los jueces que no les gustan sin decoro alguno.

Vamos, que como el Supremo no perdona la malversación de Puchi son unos facciosos.

Y el presidente del Gobierno, hecha leña al fuego: advierte, en amenaza preventiva, que el Fiscal General del Estado, el ínclito y nunca bien loado Álvaro García Ortiz, no debe dimitir aunque sea imputado por el Supremo. Oiga, que hablamos de la primera autoridad de la nación en la defensa de la ley y que puede ser imputado por la más alta autoridad jurídica de la nación, el Tribunal Supremo. Un respeto y una cosa...

En resumen, que los jueces buenos son los míos, los malos son los otros... y la única forma de sobrevivir en la España de Sánchez es evitar la maldición gitana: tengas juicios y los ganes... o tener mucho dinero para pagar buenos abogados que también ayuda.