Mientras las mafias siguen haciendo su agosto, una verdadera industria de trata de seres humanos, sacando a los desesperados de las costa libias, tunecinas o marroquíes y abandonándolos en medio del mar para que Salvamento marítimo les traslade a Italia y a España, el Papa Francisco se ha convertido en Marsella en el hombre capital en materia de emigración. Me alegro por ello porque ¿tiene razón el Papa al exigir a Europa, hoy y ahora, que acoja a los emigrantes? Sí, tiene razón, porque es lo urgente. Cuando alguien llega desfallecido a tus costas tienes que salvarlo del ahogamiento y acogerlo. Eso es lo cristiano, se acabó la discusión.
Pero hay que distinguir entre lo urgente y lo importante. Lo importante es ayudar en origen al desarrollo de la economía, para evitar así la emigración, que es mala de suyo. Y, para los que llegan, ojo, exigir al emigrante que respete la cultura cristiana de la Europa que le acoge. Por ejemplo, que respete a la mujer europea y a los católicos europeos. Lo demás viene por añadidura, o sea, por lógica.