El Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea (TJUE) permite a cualquier Administración Pública prohibir todo tipo de exhibición de símbolos religiosos. Naturalmente, exhibir un crucifijo en una sala de juntas es exactamente lo mismo que el hecho de que un administrativo lleve colgado al pecho un crucifijo... en una sala de juntas. Además, no son pocos los precedentes de empresas privadas que han prohibido a sus empleados hasta el mismo hecho de llevar una medalla al cuello.
Dos cositas: si se prohibieran los símbolos religiosos, resultaría que todos estarían prohibiendo los símbolos cristianos, dado que el islam es una religión iconoclasta que prohíbe las imágenes y que sólo acepta una serie de símbolos que tampoco tienen origen religioso, como es el caso de la media luna.
Como la censura siempre va acompañada de la hipocresía, se nos dice que esto es para evitar la vestimenta de las mujeres musulmanas. Ahora bien, el pañuelo, el velo, el mismísimo burka no son símbolos religiosos, son costumbres sociales que, en todo caso y sólo a través del cedazo de las interpretaciones políticas de la decencia islámica, se han convertido en costumbre en muchos países de mayoría musulmana.
Por tanto, no es una medida contra los musulmanes, sino contra los cristianos.
Por otro lado, en ningún terreno como en el del arte cristiano se puede comprobar la implicación entre religión y cultura. En otras palabras, más del 90% del arte occidental es arte cristiano y esto es, precisamente, miren ustedes por dónde, lo que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se quiere cargar.
Ejemplo, si se aplica del fallo del TJUE, el Museo del Prado debería cerrar sus puertas. Y esto es bello e instructivo, porque el nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun, portavoz de Yolandísima, ya no podría, trocear, ni repartir por toda las Españas los cuadros de la precitada pinacoteca.
Lo que significa que el señor Urtasun, además de cerrar las plazas de toros, deberá cerrar los museos, las iglesias... todo, absolutamente todo, menos las sedes de los partidos políticos. Esto marcha y no hay quien lo detenga... hacia la necedad absoluta.