Un periodista anima a la ministra de Educación y portavoz del PSOE, Pilar Alegría, a que el Gobierno acelere la Ley de Memoria Democrática y desmantele el Valle de los caídos, Cuelgamuros, porque van con mucho retraso.
En efecto, la pregunta es muy pertinente, porque ese desmantelamiento era una apuesta en el tiempo. Primero desentierro el cadáver de Franco, luego el de José Antonio, luego intento matar de hambre a los benedictinos del lugar (el Gobierno ya les debe a los curas más de dos millones de euros) posteriormente expulsamos a los benedictinos y creamos un parque temático y, finalmente, y esto es el premio de oro -atención, atención- nos cargamos la cruz más grande del mundo, el símbolo que realmente no soporta el progresista Gobierno de Pedro Sánchez.
Como aseguró al comienzo del proceso el secretario de Estado para la Memoria Histórica, el inefable Fernando Martínez López, no es que les tengan manía a las cruces pero es que esta cruz es una cruz franquista. Y claro, eso no puede ser.
Pero claro, cuando Hispanidad ha preguntado al ministro Bolaños si ya se había decidido derribar la cruz o convertirla en un monolito, símbolo masónico, a costa de cortarle los brazos, don Félix, comedido siempre, ha respondido que aún no se ha tomado una decisión. No me extraña que la prensa se impaciente.
Cuidado, porque si el proceso de exhumaciones continúa sin que los obispos españoles eleven la voz, lo siguiente será desenterrar a Isabel la Católica, inhumada en la Capilla Real anexa a la Catedral de Granada, por fascista. Y será Pedro Sánchez quien decida dónde deben colocarse las imágenes de los Santos, no vaya a ser que alguno sea colocado en un lugar prominente... sin la debida autorización democrática. Hay cada santo por ahí...