Ayer domingo, los venezolanos residentes en Madrid, casi todos ellos ellos huidos del bolivarianismo, estaban felices, seguros de que iban a ganar las elecciones. Cuando, de madrugada, se hace público el pucherazo Maduro, muchos se trasladaron hasta el Consulado general de Venezuela, en la madrileña calle de Eloy Gonzalo, para protestar contra el fraude. Naturalmente, el ministro Marlaska, siempre fuerte con el débil, envió policía a salvaguardar la legación, que no a los justamente indignados por el pucherazo de Maduro.

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El domingo alguien me preguntó si Maduro iba a ceder al poder cuando perdiera las elecciones, después de lo que había soltado acerca del "baño de sangre", por dos veces. Respondí que no creí en el baño de sangre salvo como último recurso. El neocomunismo ya no es el comunista leninista (un gánster) o maoísta (un carnicero disfrazado de poeta). El neocomunismo bolivarianos o podemitas -o sumaritas, de doña Yolandísima- se ha enamorado de la democracia, porque considera que aunque sea el mejor sistema, es el más manipulable para los inteligentes, O sea para ellos. Por eso le gustan más las urnas que las revoluciones aunque, eso sí, una vez alcanzan el poder en las urnas, no les echa nadie, si no es por la fuerza. A Hitler le ocurrió lo mismo: también llegó al poder por métodos democráticos.

No, el neocomunismo llega al poder tras controlar la atmósfera dominante. ¿Revolución? Nunca, te pueden matar por eso. Lo suyo son los derechos, que suelen confundir con los deseos más instintivos del ser humano y, en le caso de sus líderes, la búsqueda del poder con el más despiadado, y más cursi, de los cinismos. Lo aprendieron de Antonio Gramsci y lo aprendieron muy requetebién.

Y todo esto viene a cuento de que, el pasado domingo 28, un venezolano, ante las cámaras de TV, nos hacía una advertencia a los españoles: "Ustedes no se dan cuenta, pero están siguiendo nuestros mismos pasos". Vamos, que acabáremos como ellos, arruinados y a la fuga.

Y es que los venezolanos refugiados en España, que son legión, coinciden: el Sanchismo se parece cada día más al bolivarianismo. Pero ellos no se dieron cuenta entonces, nosotros tampoco ahora.