Clase media es aquel que posee un patrimonio -generalmente su piso- o, sobre todo en el mundo anglosajón, es el que posee activos, generalmente financieros. En Francia, España e Italia, quien es partícipe de un fondo de inversión.
Vamos, que Sánchez es el enemigo de la clase media, del propietario. Él intenta proletarizar a esa clase media y asegura que les defiende con subvenciones, que naturalmente extrae de "incomodar a los poderosos", a los millonarios... No cuela.
Lo cierto es que el Sanchismo está despojando a las clases medias. Por eso hay menos autónomos, por eso ataca a los propietarios, por eso nos fríe a impuestos y a burocracia.
Su pacto con la directora de Egin, Mertxe Aizpurúa, revuelve las conciencias y los estómagos
Pero cuidado: la clase media es la que soporta la democracia y la economía. Es la España que no quiere limosnas, quiere trabajo. Es la que Sánchez está perdiendo o la que nunca ha ganado. Por eso llegó al poder mediante una moción de censura.
Ahora bien, el balance final del Debate sobre el Estado de la Nación es mucho más grave. Lo principal es que Sánchez mantiene el Frente Popular, cada día más radical y que nos conduce, como en 1934, a la Guerra Civil.
El felipismo ya no existe. Aquel felipismo era capaz de alcanzar si no un pacto, sí un acuerdo con la derecha. Ahora eso se acabó. La guerra civil comenzó con Zapatero. Nada más llegar a La Moncloa, González le advertía: deja en paz a la Iglesia, al ejército y a la unidad de España.
El Sanchismo está despojando a las clases medias. Por eso hay menos autónomos, por eso ataca a los propietarios, por eso nos fríe a impuestos y a burocracia
No le hizo caso, pero al menos no dio los pasos que ha dado Pedro Sánchez, quien ha introducido a los comunistas en el Gobierno, algo que el PSOE no había hecho desde 1936, una vez iniciada ya la Guerra Civil.
Pero Sánchez ha ido más allá, y ahora ratifica su alianza con Podemos y con los separatistas. Ahora, en el Debate sobre Estado de la Nación y con la Ley de Memoria histórica, Sánchez ha cerrado su pacto más repugnante, el perpetrado con la exdirectora de Egin, Mertxe Aizpurúa, revuelve las conciencias y los estómagos.