Anécdota de ayer mismo: Con un cinismo probablemente insuperable, la ministra de Defensa del gobierno pro-república de Pedro Sánchez, Margarita Robles, pedía el martes, en un acto púbico presidido por el Felipe VI, un aplauso para el Rey de España. Este, respondía con una ironía que resultó ser un titular: ¡Qué poca autoridad tengo, les pido que se sienten y continúan de pie!
La Casa Real ha emitido un lema: "Servicio, compromiso y deber". Ahora bien, ¿a quién, con quién y sobre qué?
Me temo que tiene usted razón en su ironía, Majestad: ¡qué poca autoridad tiene usted! Además, dejarse aplaudir a petición de una ministra de un Ejecutivo que oscila entre dar cabida a lo que denomina "valores republicanos" mientras miente sobre la nefasta II República española... sí, la que expulsó de España a su bisabuelo, Majestad.
Se cumple una década de la proclamación de Felipe VI como Rey de España, tras la abdicación de su padre, Juan Carlos I, un monarca, con todas sus luces y sombras, bastante más activo que su hijo. Vamos, que, con sus aciertos y sus errores, también con su caradura, de la que no anda escaso, el anterior monarca ejercía como Rey.
Su hijo, sencillamente, no ejerce: es un mero notario de los caprichos de Pedro Sánchez, que no cambia la realidad y que firma con obediente celeridad lo que el Ejecutivo le pone a la firma. Ejemplo: acaba de firmar la Ley de Amnistía que atenta contra el primer deber constitucional: el mantenimiento de la unidad del país, pues libera a quienes han atentado, y atentan, contra esa unidad, de forma explícita. Es igual, el gobierno se lo pone a la firma para mantener en el poder a Sanchez y él lo rubrica. Es un experto en sancionar leyes. Da la impresión de que Felipe VI sancionaría la norma que anunciara su ejecución.
Da la impresión de que Felipe VI sancionaría la norma que anunciara su ejecución
Según una encuesta del diario La Razón, hoy más monárquico que el monárquico ABC, el 70% de los españoles considera que el Rey es un síntoma de estabilidad. Y lo es: síntoma de la estabilidad de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. De hecho, la principal función del monarca hoy en día consiste en servir de coartada al bolivariano Sánchez que está vaciando las instituciones para no ser controlado por nadie y desde luego, menos que por nadie por le jefe del Estado. Sánchez es un ególatra absolutista. No se puede pactar con él y, en cualquier caso, la función de un Jefe del Estado no es pactar con el jefe del Gobierno.
Nunca como hoy estuvo tan cerca la III República. No por empuje de los republicanos sino por la inacción y el apocamiento de Felipe VI, incapaz de entusiasmar hasta a su público más fiel. No es un Rey que ejerza, es sólo un superviviente
Pero el paripé continúa. Así, la Casa Real, que de alguna forma tiene que celebrar el décimo aniversario de la Coronación, emite unas palabras tan vacuas como éstas: "La independencia de la Corona, su neutralidad política y su vocación integradora ante las diferentes opciones ideológicas, le permiten contribuir a la estabilidad de nuestro sistema político, facilitar el equilibrio con los demás órganos constitucionales y territoriales, favorecer el ordenado funcionamiento del Estado y ser cauce para la cohesión entre los españoles". La neutralidad, Señor, jamás conduce a la estabilidad. Bueno sí: conduce a la estabilidad de los cementerios.
Los españoles, como todas las sociedades, Majestad, se cohesionan a partir de unos principios compartidos. En el caso de España esos principios son principios -o valores, si lo prefieren- cristianos, porque España no es entendible sin la fe cristiana que le dio origen. Por eso, su unidad está en peligro y el futuro mismo de la nación, también. Me temo, Majestad, lo digo con pena, que usted es un rey secuestrado por un presidente del Gobierno de una ambición sin límites y dispuesto a cualquier cosa para satisfacer su patológico narcisismo.
La Casa Real ha elegido un lema para este décimo aniversario: "Servicio, compromiso y deber". Ahora bien, ¿a quién, con quién y sobre qué? No es servicio a los españoles, que ven cómo todo se derrumba a su alrededor por la carcoma sanchista y la macedonia mental del acuoso PP.
¿Compromiso con quién? Con los españoles, se entiende. Y entonces, ¿cuántos españoles consideran a este Rey una referencia de algo? De su esposa, doña Letizia, mejor no hablar.
¿Deber? Pero si su primer deber, mantener la unidad de la nación española se está poniendo en solfa a cada instante por parte, no de los separatistas catalanes o vascos, sino de la propia Moncloa...
Nunca como hoy estuvo tan cerca la III República. No por el empuje de los republicanos, a cuyo frente se encuentran personajes tan patéticos como ridículos, del corte de Yolanda Díaz, Pablo Iglesias o Ione Belarra, sino por la inacción y el apocamiento del propio monarca, incapaz de entusiasmar hasta a su público más fiel. No es un Rey que ejerza, es sólo un superviviente.