Si los barones no acuden al cuadregésimo aniversario de la llegada al poder del PSOE, tras la victoria electoral de 28 de octubre de 1982, Pedro Sánchez está acabado.

Pero su soberbia infinita, le ha llevado a no invitar al acto a Alfonso Guerra, el segundo vencedor del 28-O, quien ha osado criticarle.

Ley Trans. ZP, hombre de estupidez brillante, manifiesta que los derechos humanos cambian con cada generación

Y esto es grave, en pleno año electoral, porque para mantenerse en el poder, Sánchez necesita imperiosamente del voto felipista, aquel que todavía andaba pendiente de la justicia social -por aquel entonces la justicia social era lo que guiaba a la izquierda, no las cuestiones de bragueta- y sin el cual está condenado. Sánchez se mantiene en Moncloa gracias al voto de la ultraizquierda pero no puede ganar las elecciones sin el voto de aquellos españoles que tragan con Felipe González pero no con Pablo Iglesias. Por eso es tan importante el aniversario del 28-O, cinta de salida del año electoral 2023.

Del racionalismo al barbarismo: el Gran Wyoming imparte el sermón del aborto-homomonio-transexualidad

Veamos: hemos pasado del felipismo al sanchismo, que es lo mismo que pasar de Janli Cebrián liderando El País a Miguel  'Cubanino' Barroso manipulando El País y con un personaje oscuro como Joseph Oughourlian en la Presidencia.

Quiero decir que ambos son peligrosos pero el periodismo de Janli no comía con los dedos, el de Barroso sí. Pues eso: González era un político peligroso, que inició la degeneración de España con la introducción del aborto, en 1985, pero no comía con los dedos: Sánchez sí, Sánchez ha pasado del aborto libre al aborto obligatorio, del aborto gratuito al derecho al aborto.

Felipe González, el hombre de la operación Borrell se inclina ahora ante el Leninismo 3.0. Debe tratarse de vanidad senil

Y es que el actual presidente del Gobierno es prisionero de su propia egolatría. Por un lado exige pleitesía a los barones para que le aplaudan en el aniversario de Sevilla como el heredero del Felipismo, en busca de satisfacer su narcisismo, pero también de ese voto moderado -sea lo que sea lo que ese adjetivo significa- que ofrece el aura de Felipe. Sin embargo, su orgullo rencoroso le lleva a no invitar a Alfonso Guerra porque el mala uva de Alfonso ha osado criticarle. Pues don Pedro: tendrá usted que rectificar o perderá las elecciones. Necesita del felipismo, de todo el felipismo para mantener su postura de moderado que pacta con radicales pero sigue siendo moderado.

El cambio del felipismo al sanchismo se deja ver en ese personaje intermedio, José Luis Rodríguez Zapatero, hombre de estupidez brillante, que no de brillante estupidez, quien ha manifestado, en apoyo de la ley Trans, que los derechos humanos cambian con cada generación. Oiga ZP, ¡menudo derecho humano de chicha y nabo sería si cambiara con cada generación!

La transición, desde Felipe González a Sánchez -ambos malos-, es también la transición desde el racionalismo -que es malo- al barbarismo, que es malo y cutre. Y entonces es cuando aparece el Gran Wyoming, estrella de la televisión de izquierdas de La Sexta, propiedad de un grupo de derechas llamado Atresmedia y Planeta (fenómeno conocido como pluralismo interno y antaño como esquizofrenia) y nos imparte, inclemente el sermón sobre el aborto-homomonio-transexualidad.

Un sermón en toda regla, encima largo, donde tuve que hacerme cosquillas para reír y ni aún así lo conseguí. Recuerden que El Intermedio es un programa de humor. El humor también ha evolucionado desde el felipismo... al Gran Wyoming. Y quien dice evolucionado dice degenerado.

Lo triste del aniversario del 28 de octubre es que Felipe González, el hombre de la operación Borrell, el que quiso pararle los pies a Sánchez para que no pactara con los podemitas, se inclina ahora ante lo que él mismo calificó como 'Leninismo 3.0', es decir la izquierda convertida en ultraprogresismo, esto es barbarismo estúpido y anda brillante. Ejemplo: la ley trans. A lo mejor es la vanidad de la tercera edad. Felipe, hijo, despierta. Sólo faltaba qua acabarás tu vida política con una ovación a Pedro Sánchez por una fiesta nostálgica.

Un poco de dignidad, Felipe.