Si a sus 20 años Carlos Alcaraz ha logrado vencer al tenista más ganador de la historia, el serbio Novak Djokovic, es porque salió a ganar. Ante las elecciones del próximo domingo, el líder de Vox, Santiago Abascal, el único partido parlamentario que, mal que bien, defiende los principios cristianos, no sale a ganar sino a empatar. Habla de lo difícil que los desprecios del crecido Núñez Feijóo han puestos los pactos postelectorales entre PP y Vox, como si eso fuera lo más a lo que pudiera aspirar... mientras continúa cayendo en las encuestas.
A Meloni le importó muy poco que le calificaran de ultra. En lugar de evitar sus principios cristianos, cada vez que le tildaban de radical se aferraba aún más a esos principios no negociables. Y ganó las elecciones
Abascal ha salido a empatar el partido, no a ganarlo. No ha imitado, a pesar de lo que le admira, a la italiana Giorgia Meloni quien, desde un principio, no salió a obtener un buen resultado para luego poder ofrecer algo bueno a sus votantes. No, Meloni salió a ganar porque estaba convencida de sus presupuestos y de sus propuestas, que no era otra otra cosa que sus valores cristianos... aunque ella no sea una pía católica.
Le importó muy poco que le calificaran de ultra. En lugar de evitar sus principios, cada vez que le tildaban de radical se aferraba aún más a esos principios no negociables, es más, presumía de ellos. Al final, los italianos, un pueblo políticamente más culto que el español, le dio la victoria, no porque ese pueblo ande alto de espíritu cristiano pero sí porque es un ferviente admirador de la seguridad doctrinal... en estos tiempos de pensamiento fluido.
Los italianos dieron la victoria a Meloni porque, aunque descristianizados, continúan admirando la seguridad doctrinal... en estos tiempos de pensamiento fluido
Algo parecido ocurre en España con Isabel Díaz Ayuso; su valor no radica en su preparación, tampoco en su coherencia: sólo en su falta de complejos. Y otro ejemplo para Abascal es Carlos Alcaraz: en su inmadurez, no es el rey de las palabras, por ejemplo cuando asegura sentirse orgulloso de sí mismo. Pero posee una gran virtud: la osadía. Cuando madure descubrirá que la valentía es una gran virtud siempre que no se convierta, ya de adulto, en la única virtud. Pero, de entrada, venció a Djokovik en Wimbledon.
Abascal se conforma con resultar necesario a Feijóo, como comparsa: así no irá a ninguna parte
Conclusión: don Santiago tiene cinco días para romper con don Alberto. Uno es cristiano, el otro conservador: no tienen nada que ver. Conservador es el partido que conserva la revolución. En esta caso, la viscosa revolución de Pedro Sánchez.
En plena campaña electoral, Abascal continúa hablando de pactos post-electorales: no juega a ganador, como Giorgia Meloni, ni como Carlitos Alcaraz, sino a comparsa de Feijóo, a que don Alberto le necesite. Así no irá a ninguna parte.