Hay que agradecer a Pedro Sánchez que cada día es más claro es su caradura, cada día muestra sus intenciones con mayor desfachatez, mientras el aborregamiento colectivo nos lleva a alternar el hastío con el aplauso. El Sanchismo ha creado una España irrespirable, de violencia apenas contenida, pero, mientras me permitan sobrevivir...
Hechos: rectamente acusado de intervencionismo en el mundo empresarial y a costa de insultar a los empresarios, Pedro Sánchez utiliza el dinero público para entrar en Telefónica y para que quede claro nombra a su amigo Carlos Ocaña -como dice el ABC el coautor del plagio de Sánchez- consejero en Telefónica. Por cierto, quitando un consejero independiente y cambiando a una mujer por un varón. Qué más da: fue él, don Pedro, quien inventó la inclusión; es él, Sánchez, el más 'feministo' de España.
Al mismo tiempo, el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, cada día más chulesco, advierte a la derecha que su cargo está blindado: el Gobierno no le puede cesar. Es cierto, Señor García, pero es que no se está pidiendo que el Gobierno le cese sino que usted dimita.
En su descaro, don Álvaro alude a 'lawfare' un anglicismo estúpido pero que todos sabemos lo que significa: que la justicia está comprada. Y lo dice él, el Fiscal General del Estado, simplemente porque el Tribunal Supremo le ha desautorizado. Don Álvaro, si no cree usted en la justicia española, ¿qué pinta usted en la Fiscalía General del Estado? Como ciudadano, yo puedo permitirme no creer en la la administración de la justicia: usted no. Si no cree en ella, dimita de su cargo. Amigos S. A.
Tercer hecho, el más grave de todos: será la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), es decir, la socialista Cani Fernández, llegada al cargo desde la Oficina de Presidencia de Moncloa, la encargada de acabar con la prensa independiente de Internet con la excusa de perseguir los bulos y la desinformación en la Red.
Oiga, y que tiene que ver la libre competencia con la verdad. ¿por qué tiene que saber doña Cani algo de periodismo? Sí ya sé que Sánchez aprovecha una norma europea para colarnos la censura en España, pero eso sólo indica que Europa anda tan degenerada como Europa. Amigos S. A.
Todo ello sin olvidarnos del nuevo Pacto del Tinell. Mire usted: aquel engendro firmado por Pascual Maragall con los indepes catalanes sólo tenía un objetivo: declarar antidemocrático al Partido Popular (entonces no existía Vox) y equiparar a la derecha como la ultraderecha y, más al fondo y esto es lo verdaderamente relevante, equiparar cualquier principio cristiano con el fascismo, con lo "ultra".
El Pacto del Tinell no es otra cosa que la resurrección del mortífero Frente Popular de 1936, el que nos llevó a la Guerra Civil: socialistas, comunistas e independentistas -tres totalitarismos, los dos primeros de razón, el tercero de corazón- unidos para arrasar, más que a la derecha, a lo que late detrás de la derecha española aunque con el PP ni se note, que no es otra cosa que los principios cristianos que han construido España. Ahora mismo se trata de que Illa se convierta en el nuevo Maragall o que, al menos, sea un contrapeso -¿o un sobrepeso?- en un gobierno Puigdemont. Amigos S.A.
Sí, España se está convirtiendo en la nueva Venezuela. Y ojo, porque hace 25 años, los venezolanos también decían que lo de Cuba no podía pasar en la avanzada Venezuela. Hoy en España, la verdad está en los chóferes de VTC, emigrantes huidos del Bolivarianismo, que no dejan de advertir a sus pasajeros españoles: ustedes siguen los pasos de mi país y ya ven cómo hemos terminado.
Pero no nos pongamos trágicos, ¿Para qué? Por el momento, vivimos en el régimen sanchista: Amigos S.A. Si coloco a mis amiguetes en puestos claves en las grandes empresas y elimino por asfixia económica a la prensa libre de Internet, entonces sí que podremos seguir avanzando hacia la victoria final, a lo Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Caracas: ¡Seremos Venezuela! Habremos pasado de Amigos S.A. a Amiguetes S.E.S. (Sociedad Estatal de Sánchez). O también, y renuncio a sacarle siglas: ¿Por qué me quieres, Andrés? Por el interés.