Consejo de Ministros del martes 20 de junio. Esta vez, a Isabel Rodríguez le acompaña el que probablemente sea, con la sanísima excepción de doña Irene Montero, el ministro más quemado de todo el Gabinete, el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska. Pero a él le es igual: no conjuga el verbo dimitir y para justificar su desastrosa gestión utiliza siempre, hoy ha vuelto a hacerlo, su muletilla favorita: "Como no podía ser de otra forma...". ¿Y por qué no podía ser de otra forma?
Marlaska aparece en escena porque ha presentado su plan contra incendios, ahora que estamos a las puertas del verano. Su exposición comienza con una glosa profundísima contra el cambio climático. Es decir, contra los negacionistas. La verdad es que nadie niega que el clima está cambiando, lo que niegan es que el clima cambiante deba ser elevado a religión adorable. Vamos, que no niegan el cambio climático, niegan el cambio climático de Pedro Sánchez, cuyo calentamiento mental supera al calentamiento global del planeta.
En plata: no existen negacionistas, porque el cambio climático no es una falsedad, sólo es una obviedad. Y lo que hay que hacer no es arremeter contra los presuntos negacionistas sino adaptarnos al susodicho cambio climático y luchar contra sus consecuencias más indeseables, como la sequía, reciclando agua, plantando árboles y desalando agua de mar.
Pero la voz de la razón no es la sintonía preferida del ministro Grande-Marlaska así que su discurso resulta de lo más original: el cambio climático es una realidad -en 2022 se quemaron 200.000 hectáreas- el número de incendios grandes se triplicó respecto a los sufridos durante los últimos 10 años...
Encima, ni tan siquiera nos explica los pormenores de su Plan contra incendios. Tan sólo que la mayoría son provocados por los pirómanos... pero el culpable es el cambio climático, que conste.
Coherencia Marlaska: los incendios son provocados pero la culpa es del cambio climático, que niegan... los negacionistas
Sin levantar la voz, eso hay que reconocerlo, Marlaska puede ser el ministro más sectario de todo el Gabinete. Y mira que la elección es difícil. Para entendernos: Marlaska no habla con quienes no piensan como él... porque son todos negacionistas.
Además, su plan contra incendios -el de todos los años- evoca el episodio de aquel anciano en la zamorana Sierra de la Culebra, calcinada por un incendio hace ahora un año. El viejo se dirigió a Pedro Sánchez, a quien le encanta viajar al lugar de la tragedia para solidarizarse con los damnificados delante de una cámara de TV y en tono poco amable, respondió a un presidente que aseguraba poder arreglar el desastre: "¿Arreglarlo tú? ¿Tú arreglarlo?
La culpa de los incendios crecientes la tienen la irresponsabilidad y la mala leche humanas, no el calentamiento global.
Y no había más que decir porque los consejos de ministros no dan para más desde hace tres meses. Quizá debemos felicitarnos por ello.
Lo que sí da para más es la propaganda feminista. Mal deben verlo los socialistas cuando se aferran a ese clavo ardiendo. Tanto es así, que la chifladura feminista ha monopolizado el debate político preelectoral en España, sazonado, además, con una buena dosis de hipocresía: escandalicémonos todos, yo el primero, ante la creciente violencia machista.
La ministra portavoz, siempre económica con la verdad, nos habla de quienes niegan la violencia machista o la justifican o dicen que no existe. Otra vez el negacionismo, está vez no climático, sino de los varones, que somos gentuza.
Pero hay algo que me preocupa más aún, que los políticos compitan por aparecer más feministas que el vecino, con nosotros, nosotras y nosotres, no deja de ser una competición entre necios, pero eso es habitual en política. Lo que me preocupa más es que las ruedas de prensa del Consejo se han convertido en una burla donde, con alguna excepción, sólo se otorga la palabra a 'los nuestros'... a los periodistas que han asumido la propaganda oficial.
Hoy mismo, he escuchado a una colega ponerle en bandeja a la ministra portavoz, la misma que le ha concedido el turno de palabra algo parecido a esto "¿qué piensa el Gobierno cuando ve cómo algunos grupos políticos niegan la violencia machista...?
A lo mejor la periodista ya conocía la respuesta, aunque dicha periodista sabe, como sabe doña Isabel Rodríguez, que ni Vox ni ningún otro grupo niega que existan mujeres asesinadas por sus maridos -¿Cómo y por qué iban a negarlo?- pero al mismo tiempo consideran que el adjetivo machista es una estupidez y que la mujer también puede portarse violentamente con el varón, sobre todo en la llamada violencia psicológica. Tampoco, mucho menos, hay grupos que justifique, dicha violencia contra las mujeres. En tal caso, lo que dicen es que no se trata de violencia de género porque el género -bien dicho, Abascal- es ideología. Lo que existen son dos sexos, no dos géneros: masculino y femenino.
Para entendernos: no hablo con quienes no piensan como yo... porque son negacionistas
En esta competición de idiotas, se trata de dar un paso más que el otro equipo -generalmente hacia la idiocia absoluta- en defensa del tópico. Ahora bien, que de cinco preguntas que ha permitido doña Isabel, tres hayan tratado sobre la violencia 'machista', sobre esa sublime exageración sin sentido... pues hombre, da que pensar.
Hay una enfermedad colectiva que consiste en acostumbrar a un pueblo a la mentira, cuando menos, a la exageración. En definitiva, hacer que mediante una asfixiante propaganda machacona, desde distintos ámbitos, mismamente el político y el periodístico, un pueblo viva en la irrealidad. Y ojo: porque perder el sentido de la realidad es el comienzo de la locura. El virus que nos está haciendo perder la sensatez, se llama ideología de género: feminismo y homosexualismo...y ahora transexualismo.
Entre los varones se perciben dos tipos: los 800.000 votos que según el propio PSOE -en espléndido reportaje de El Mundo- ha perdido Sánchez entre los varones hastiados de que les insulten. Hay un segundo grupo, entre los que abundan mis colegas periodistas, que, temerosos de enfrentarse a lo políticamente correcto, han decidido pasarse al enemigo. Ya saben: todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un hombre feminista.