Consejo de Ministros del martes 7 de septiembre. Cuánto hemos perdido los periodistas con el relevo de Isabel Rodríguez por María Jesús Montero. Esta mentía mucho mejor que aquella pero, además, practicaba el juego limpio. Ahora, aprovechando el Covid, Rodríguez ha consolidado el lobby de periodistas de los grandes medios que, casualmente, son siempre los mismos. Miren por dónde sólo se permite la entrada en la sala de prensa de Moncloa a los 25 que solicitan plaza primero. Y qué casualidad… siempre son los mismos. Si a eso añaden que doña Isabel Rodríguez apenas da pábulo a las telepreguntas, pues cerramos el círculo y las ruedas de prensa se convierten en propaganda gubernamental.
Contenido del Consejo. Lo primero, la consigna: Pedro Sánchez se pone al frente, como dice RTVE “asume en primera persona”, el peso contra los delitos de odio. Casi siempre, curiosamente, homofobia, a pesar que el artículo 510 del Código Penal habla de otros varios delitos de odio pero, miren por dónde, no veo condenas por odio a la religión, por ejemplo, a pesar de que las profanaciones, blasfemias, etc, están a la orden del día y disparadas.
Con Isabel Rodríguez como portavoz, ha vuelto el lobby de los medios elegidos
Pues bien, el humillante ataque de unos cafres a un homosexual en Malasaña (le hirieron en las nalgas escribiendo en un glúteo la palabra “maricón”) se ha convertido en el asunto central de la actualidad en España, y el propio Pedro Sánchez ha reunido al Comité sobre delitos de odio, mientras el Gobierno señala a Vox, precisamente el partido que más sufre la violencia, como incitador de estos actos violentos.
Yo no creo en la sensibilidad de Sánchez con la víctima de Malasaña: a Sánchez lo único que le importa es mantenerse en su cargo. Y claro, cuando las encuestas dan ganador al PP, Sánchez necesita agarrarse a lo que sea para recuperar protagonismo. Cuanto más bajo cae, más alto grita don Pedro. El motivo aducido es lo de menos.
Por lo demás, en Hispanidad ya hemos recordado que convertir el odio en un delito es confundir pecado y delito y, de paso, convertir al juez en obispo.
La estrella de la jornada fue la ley de formación profesional. Se trata de importar el sistema alemán: estudias un curso de FP, todo práctico, nada de teoría, mientras haces prácticas ya pagadas en una empresa (muy mal pagadas, por cierto, nada de los 1.000 euros al entrar que he escuchado en algunos medios). En cualquier caso, la verdad es que en Alemania ha funcionado y el paro juvenil es cinco veces inferior al de España.
Los llamados delitos de odio convierten el pecado en delito: mala cosa
La pregunta de fondo va mucho más allá. Quiero decir, en España, todo joven que termina sus estudios quiere hacer carrera universitaria. En definitiva, en España se estudia para saber, en Alemania para cobrar. Por eso, dos de cada tres adolescentes alemanes renuncian a la universidad y se quedan en la FP. En España es justo al revés.
Conste que la FP crea una sociedad más clasista, como lo es la alemana o la norteamericana que la española. Aquí no se va -por lo menos, antes no se iba- a la universidad para conseguir un buen trabajo sino para aprender, para saber, para aumentar la cultura personal.
No obstante, no me parece mal la extensión de la FP, porque lo cierto es que faltan trabajadores cualificados. Ahora bien, mucho tendrá que medrar la FP española actual ya que, como la fincas en Extremadura, es manifiestamente mejorable.