Teresa Ribera bien puede ser considerada como ‘doña contradicciones’. En especial por la doble vara de medir que tiene con la energía nuclear desde hace tiempo: debía apoyarla en la Unión Europea, pero abogaba por cerrarla en España; una hipocresía eco-socialista respaldada por Pedro Sánchez y que se extendió a los eurodiputados socialistas. La actitud de Ribera no ha cambiado nada, pero ahora la contradicción será mayor, si cabe, porque tendrá que defenderla no sólo en Bruselas sino en la próxima Cumbre del Clima (la COP29) que se celebrará en Bakú (Azerbaiyán) del 11 al 22 de noviembre.
Ya saben que este país asiático no destaca precisamente en energías renovables. De hecho, es el segundo gran productor de gas y petróleo que acoge dicha Cumbre, tras la COP28 celebrada el año pasado en Emiratos Árabes Unidos, donde se acordó iniciar la salida de los combustibles fósiles, no su fin, y también triplicar la nuclear.
Volvamos a la UE. Recientemente, los ministros de Clima han alcanzado un acuerdo histórico de apoyo a la nuclear para acelerar las tecnologías de bajas emisiones en la COP29. Es cierto que el pacto costó por las divisiones entre países: por un lado, Francia, Países Bajos y muchos de Europa del Este a favor de la nuclear; y por otro, Alemania, en contra de dicha energía. Al final, el texto acordado establece un mandato de negociación de la UE que le tocará liderar a Ribera en la citada Cumbre del Clima, la cual sus organizadores han denominado como la “COP de finanzas” y donde la financiación será un tema clave. De hecho, según el Acuerdo de París alcanzado en 2015 (en la COP21), antes del próximo año, casi 200 países deberán pactar una nueva cifra para dar financiamiento climático a los más vulnerables.
Antes de todo ello, Ribera no está dispuesta a quedarse sin silla. No sólo se negó a dejar el Gobierno Sánchez cuando se supo que lideraría la lista del PSOE en las pasadas elecciones europeas, sino que tras haber obtenido escaño en el Parlamento Europeo no recogió el acta de eurodiputada. Ahora insiste en mantenerse como vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de nuestro país, y en seguir defendiendo el cierre de los siete reactores españoles en la revisión del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) enviado a Bruselas, y lo hará hasta que se convierta oficialmente en vicepresidenta ejecutiva para una Transición Limpia, Justa y Competitiva de la nueva Comisión Europea que seguirá liderando Ursula von der Leyen.
Ribera ya ha pasado el examen de la declaración de intereses para descartar cualquier conflicto de intereses de naturaleza económica y ahora tendrá que afrontar la audiencia de confirmación el próximo 12 de noviembre
Para esto último, Ribera ya ha pasado el examen de la declaración de intereses para descartar cualquier conflicto de intereses de naturaleza económica y ahora tendrá que afrontar la audiencia de confirmación el próximo 12 de noviembre, donde será evaluada por las comisiones de Medio Ambiente, Asuntos Económicos e Industria. Si todos los candidatos propuestos por Von der Leyen pasan dichas audiencias, la Eurocámara deberá rafificar a la nueva Comisión a finales de noviembre para que empiece su mandato el 1 de diciembre. A partir de entonces, Ribera tendrá las manos algo atadas para hacer y deshacer en cuestiones industriales, energéticas y climáticas, donde la batuta dependerá más de: el francés Stéphane Séjourné, candidato a vicepresidente ejecutivo de Prosperidad y Estrategia Industrial; el danés Dan Jørgensen, candidato a comisario de Energía y Vivienda; y el neerlandés Wopke Hoekstra, candidato a comisario de Clima, Cero Emisiones Netas y Crecimiento Limpio.
Una vez que Ribera logre ser vicepresidenta europea dejará que se nombre a su relevo en el Gobierno Sánchez. Joan Groizard, director general del IDAE, es al que ella quiere... pues es muy talibán verde. Eso sí, también han sonado otros candidatos: Arturo Gonzalo, CEO de Enagás; Beatriz Corredor, presidenta de Redeia; Natalia Fabra, una catedrática bastante verde; y Manuel de la Rocha, director de la Oficina Económica de Moncloa.
En este contexto, la central nuclear de Cofrentes ha cumplido 40 años, mientras Ignacio S. Galán (su dueño), Teresa Ribera y Beatriz Corredor quieren cerrarla... en contra de toda Europa. A pesar de que hasta el presidente del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Juan Carlos Lentijo, ha destacado la seguridad de las instalaciones nucleares españolas (entre ellas, las de las centrales que generan el 20% de la electricidad sin emitir CO2), el Gobierno Sánchez insiste en cerrarlas sí o sí entre 2027 y 2035. Ojo, los reactores son claves en la producción de energía para Cataluña (aporta el 59% del total) y Extremadura (54,7%), seguidas de la Comunidad Valenciana (45%)... Pero si no se rectifica, España podría repetir el error de Alemania, que cerró sus centrales nucleares y ha pasado a incrementar la producción de energía ¡con carbón! y gas. De hecho, en el país que gobierna la coalición de socialdemócratas, liberales y verdes liderada por Olaf Scholz, la CDU y la CSU ya se plantean el regreso de la energía nuclear: barajan que hasta ocho de los 17 reactores cerrados podrían volver a la red y también construir nuevos, y un comité de investigación analizaría si los Verdes han perjudicado al país con la eliminación gradual de la energía nuclear.
Atentos, porque esto lo podría cambiar todo. La CDU y la CSU preparan el regreso de la energía nuclear a Alemania 🇩🇪
— Operador Nuclear (@OperadorNuclear) October 12, 2024
Hasta 8 de los 17 reactores parados podrían volver a la red, se construirían nuevos reactores, sustituyendo la producción eléctrica con carbón. Además, un comité… pic.twitter.com/3cUqsatDw1