El Instituto de Empresa Familiar (IEF), sin duda la patronal española más importante, celebraba recientemente su asamblea anual. Oiga, ni se han preocupado de armar gresca. La reunión resultó tediosa y sin mensaje final. La empresa familiar allí representada ni se ha preocupado de discutir con el gobierno. Al parecer, han perdido toda esperanza, no ya de cambiar el Sanchismo, sino de negociar con Sánchez.

El sector energético anhela que Teresa Ribera, 'la sandía', triunfe en Bruselas, muy lejos de Madrid. En el otro sector clave, telecos, todos miran con miedo hacia un Gobierno que ha decidido entrar en Telefónica como un elefante en una cacharrería... mientras amenaza con nuevas 'conquistas'

Se han vuelto sobre sí mismas y, como Franco, han decidido no hablar de política, que es muy aburrido. Dejan pasar el tiempo, que todo lo soluciona, generalmente en la sepultura.

En la CEOE ocurre algo parecido. Les aburre tanto la negociación con Yolanda Díaz que han decidido no levantar la voz. Negocian cuestiones parciales, firman acuerdos vacuos y dejan que el tiempo pase.

En el sector energético, el principal del país junto al de telecos, al menos a día de hoy, todos desean que doña Teresa Ribera, alias 'La Sandía', verde por fuera y roja por dentro, se marche cuanto antes a triunfar en Bruselas y les deje en paz. Mientras tanto, paralizan las inversiones o se dedican a invertir en países como mayor seguridad, no jurídica, sino política, es decir, un país menos pendiente que España de los caprichos y veleidades del mandamás de turno, en España, el inquilino de La Moncloa... al que ningún empresario traga pero ante el que tan poco protestan, casi siempre por miedo.

Ahora bien, los empresarios españoles ni confían ni desconfían de Feijóo: sencillamente no le ven. La verdad es que el pepero no ofrece ninguna alternativa. Desconocen su programa económico y desconocen quién es su ministro de Economía

El sector telecos, la otra pata más importante de la economía española, sencillamente vive del Exterior y en el caso de Telefónica, la empresa que puede enorgullecerse de haber puesto en marcha la mayor infovía de Europa pero donde Sánchez dice que manda -y manda mucho- con un 10% del capital y donde el equipo directivo mira hacia Moncloa antes de tomar decisiones... toda vez que el Gobierno ha entrado en Telefónica como un elefante en una cacharrería.

Ojo, y Moncloa amenaza con nuevas conquistas, calificando a lo que son nacionalizaciones como colaboración pública-privada En efecto, ellos invierten con el dinero de los demás y encima mandan. A las empresas intervenidas les queda la colaboración de obedecer a toque de corneta.

Pero lo peor es que el empresariado español ha caído en el fatalismo. Bueno, igualito que el conjunto de la población española, que vive en situación de 'atonía resignada'

Podríamos decir que las empresas, ni se rebelan contra Sánchez ni, atención, se entusiasman con Feijóo. En Vox, desde la expulsión de Espinosa de los Monteros y de Rubén Manso y de Víctor Coello de Portugal... la verdad es que ni habla de economía, no le interesa.

Este desapego empresarial respecto a la  derecha política ocurre a pesar del cabreo profundo de bancos y energéticas con el impuestazo. Ni tan siquiera exigen una reducción de cuotas sociales. Sencillamente, se conforman con invertir fuera -Ferrovial, Iberdrola, Repsol, Santander- o no invierten... o al menos amenazan con no invertir.

Vivimos en una España irrespirable donde a los sensatos se les califica de ultras y donde los emisores de sandeces reciben los aplausos más estruendosos, un país en el que ante las propuestas más majaderas se reacciona con un "¿Y por qué no?"

Ahora bien, no se equivoquen: a pesar de su aversión a Sánchez, ese señor que ha hecho una España irrespirable, los empresarios españoles ni confían ni desconfían de Feijóo: sencillamente no le ven. Piensan que el PP no ofrece ninguna alternativa y ni tan siquiera saben qué es lo que vende. De hecho, desconocen su programa económico y desconocen quién es su ministro de Economía. Y de esto no tienen culpa las empresas.

Al final, lo peor es que el empresariado español ha caído en el fatalismo. Bueno, igualito que el conjunto de la población española, que vive en situación de atonía resignada... en una España irrespirable, donde a los sensatos se les califica de ultras y donde los majaderos reciben los aplausos más estruendosos, un país en el que ante las propuestas más peregrinas, ante los disparates más venenosos se reacciona con un "¿Y por qué no?".