En el Congreso de los diputados sus señorías podrán hablar en español, catalán, gallego y vascuence. Pues ya lo hemos explicado en otras ocasiones: la igualdad de los desiguales es otra desigualdad. Y no: no se puede poner en paridad de estima una lengua que habla un millón de personas en el mundo con otra que hablan 500 millones, ya que el idioma es un instrumento de comunicación.
Y como instrumento de comunicación, que se hable catalán, gallego o vascuence, lenguas dignas de todo respeto, en el Congreso resulta, además, injusto y hortera. Insisto: si en un grupo de 10 personas, en el mismo Chamberí, se reunieran 10 personas, nueve españoles y un chino, y los 10 hablaran chino mandarín y el chino no hablara español, el lenguaje que deberían utilizar sería el chino mandarín. Sí, en pleno centro de Madrid. Porque se trata de que te entiendan todos, no de que te hagas el listillo o de que exijas un intérprete para tus palabras. Con más razón en la sede de la soberanía nacional.
Los diputados representan al conjunto de los españoles, no a su circunscripción, porque hacen leyes que obligan a todos los españoles... y el único idioma que comprenden todos los españoles es el castellano o español
El mariachi tertuliano no deja de hablar de la riqueza linguística que nos une pero lo único que nos une es la comunicación directa, sin pinganillo. Tampoco es cierto que poseer dos idiomas constituya una riqueza intelectual, entre otras cosas porque cada persona, por muchos idiomas que domine, posee una sola lengua materna: aquella en la que piensa.
Volvamos al Congreso: los diputados representan al conjunto de los españoles, no a su circunscripción, porque hacen leyes que obligan a todos los españoles, no sólo a los de su provincia... y el único idioma que comprenden todos los españoles es el castellano o español. De la misma forma que un indepe catalán promulga leyes que el extremeño está obligado a cumplir, algo que nunca deberían olvidar los indepes.
El diputado por Guipúzcoa no representa a los guipuzcoanos, ni a los vascos, en el congreso de los diputados, representa a los 47 millones de españoles porque hace leyes que obligan a esos 47 millones de españoles. Si sólo le preocupan los vascos, que se presente a las elecciones al parlamento vasco.
¿Y si el coste de los intérpretes del Congreso de Francina fuera financiado mediante una reducción del salario de las señorías que utilicen estos servicios de traducción simultánea? Ya saben, pago por uso...
Convertir el congreso en una torre de Babel no puede ser "la hora de la democracia", como asegura Sánchez. Es simplemente, otro pequeño germen de endiosamiento cretino y otro desprecio al idioma común, encima, uno de los más hablados del universo. Máxime cuando, como en el caso de Cataluña, el catalán se ha convertido en un arma contra España y máximo cuando la locura Babel ha llegado a mi pueblo asturiano, donde Adrián Barbón, que entrega las medallas de oro de la comunidad en una especie de subgallego que llaman 'fabla de Laviana' o alguna memez semejante. ‘Adrián, ¿tú yes tontu o te faes?'.
Se me ocurre una idea: ¿Y si el coste de intérpretes del Congreso de Francina, el de la hora de la democracia, fuera financiado con una reducción del salario de las señorías que utilicen los servicios de traducción simultánea? Ya saben, pago por uso.
Recuerden al políglota Carlos I: el español es la lengua para hablar con Dios
Por cierto, los suecos ya han respondido a la idea de Pedro Sánchez en esta 'hora de la Democracia', como creo haber dicho antes: presionar a Europa para que acepte como lenguas cooficiales el catalán, el gallego y el euskera, que podrían ser utilizados en las instituciones europeas, engordando así, aún más, la plantilla de traductores de la Unión Europea. Han respondido que en Europa hay otras lenguas minoritarias que también tendrían el mismo derecho, pero que el gasto de traductores en Bruselas ya está tan disparado que deberíamos ir pensando en algún tipo de reconversión dura en el cuerpo.
Por todo ello, en el Congreso se debe hablar sólo en español.
Y no olviden las palabras de aquel políglota del siglo XVI, que fue Carlos I de España y V de Alemania: el español es la lengua para hablar con Dios.