Comienza 2023 con un ambiente político curioso: tras una batería de leyes abominables, Sí es sí, Eutanasia, más ampliación del aborto y su colofón, el ataque descarado a la objeción de conciencia, salvajada trans, asomos de legislación pro-pederastia, corrupción de menores desde los 3 años... tras haber puesto la justicia al servicio del Gobierno y haber convertido el Congreso en un patio de los horrores, donde cualquier mentira tiene cabida... resulta que Pedro Sánchez se nos disfraza de moderado y afronta un año electoral con traje y corbata, más europeísta que nunca. Preocupadísimo porque el casi excomunista Putin ha invadido Ucrania, un problemilla que le llevará un tiempo solucionar. Todavía no lo ha conseguido pero cuando acabe la guerra, no lo duden, todo el mérito será de Sánchez.

En Moncloa han aprendido del defenestrado Iván Redondo: todo es apariencia y Sánchez sabe disfrazarse de moderado: ni una palabra más alta que otra aunque todas ellas resulten venenosas

Es decir, un presidente del Gobierno que ha inventado la democracia y que tras las precitadas barbaridades, pretende pasar por apóstol de la moderación -tiene bemoles la copla- para ganar las próximas elecciones, que intentará retrasar todo lo posible.

Un Sánchez que ha felicitado la Navidad 2022, no a los cristianos, sino a la Iglesia. Supongo que por Iglesia, el señor presidente entiende obispos, dado que él no concibe la iglesia católica sino como estructura de poder y resulta que el Cuerpo Místico de Cristo no es una estructura de poder. Así, el próximo año, en plena campaña electoral, Sánchez podrá felicitar las Navidades a los católicos y nadie podrá acusarle de anticlerical... precisamente a él, el político más anticlerical que haya pasado por Moncloa, más aún que Zapatero, que ya es decir.

La caradura del PSOE ha batido récords: al límite con Sánchez: plagia las medidas económicas de Feijóo mientras le llama tonto

Si lo piensan bien, es lógico que Sánchez pueda ganar las elecciones generales, a pesar de los pesares. Porque más que a méritos del PSOE se deberá a los errores del PP. Lo que vive España es la pugna entre un socialista de izquierdas frente a un socialista de derechas. Ambos dos socialdemócratas convenidos de que el Estado debe dirigir la economía y empeñados en fortalecer un Estado del Bienestar que asfixia al emprendedor y que ha provocado el malestar crónico de toda la sociedad, convertida en una sociedad de perezosos.

En esa línea de imperio del Estado, la caradura del PSOE ha batido récords con Sánchez: plagia las medidas económicas de Feijóo mientras le llama tonto. Y ambas orientaciones, la del PSOE y la del PP, son igualmente socialistas, nada tienen ni de liberales ni tan siquiera de democristianas, que se guiaría por  principio de subsidiariedad. La única diferencia es que la derecha pepera es más seria con el derroche público que la demagogia socialista pero eso resulta escaso complejo.

El Gobierno socio-podemita es un desastre pero, ojo, las propuestas económicas de Feijóo inciden en la España de los subsidios: tampoco son buenas

Es decir, el Gobierno socio-podemita es un desastre pero, ojo, las propuestas económicas de Feijóo, la España de los subsidios, también son malas. Hay que huir de las subvenciones y poner a España a trabajar. Y el que no quiera trabajar, que no coma.

Por eso, a pesar de ser el presidente más desastroso de toda la democracia, el Sanchismo puede ganar las próximas elecciones. Debería ser el momento Meloni, pero Vox no reacciona. Se ha olvidado de su gran lema -"La España que madruga"- hoy más necesario que nunca. Y, al contrario que Meloni, Abascal parece vencido antes de iniciar la batalla.

Se confirma con ser el telonero del PP, en lugar de buscar, como buscó la actual primer ministro de Italia el triunfo.  Giorgia Meloni no se conformó con ser la complementaria segundona y consiguió liderar la alternativa.

La esperanza radica en esto: de Sánchez empieza a decirse lo mismo que de González ente 1993 y 1996, cuando Aznar le desalojó de La Moncloa: está enchulado. Eso le perderá

POR su parte, en Moncloa han aprendido del defenestrado Iván Redondo: todo es apariencia y Sánchez sabe disfrazarse de moderado: ni una palabra más alta que otra y todas ellas venenosas.

A pesar de todo, mi esperanza radica en esto. De Sánchez empieza a decirse lo mismo que de González entre 1993 y 1996, cuando Aznar le desalojó de La Moncloa: está enchulado, aunque en sus formas parezca que no ha roto un plato en su vida: eso podría perderle. En ello confío.

España bosteza ante la tragedia.