Mucho me temo que, en este punto, los cristianos hemos perdido. La progresía, encarnada en el Nuevo Orden Mundial (NOM) cristófobo, ha conseguido convertir lo católico en radical.
Una gran mentira, obviamente, porque el cristianismo sólo es radical en la verdad y ya se sabe que la verdad o es radical o no es verdad. Pero lo cierto es que la gran victoria del Nuevo Orden Mundial (NOM) ha consistido en equiparar la fe en Cristo con el fanatismo ultra... ¡que tiene bemoles, la copla!
No nos consolemos con subterfugios: los católicos hemos perdido esa batalla y ahora deberemos librarla de nuevo.
Para ello, reparemos por un momento en qué es lo que nos ha hecho perder la refriega. Recuerden que quien centra el debate gana el debate. Yo creo que el espantajo de la ultraderecha empezó con las cesiones en el derecho a la vida, sin el cual no existe ningún otro derecho, con su apellido natural: desde la concepción hasta la muerte natural. Quiero decir que se homologaron los conceptos de vida y persona -no con lo mismo- y, por ejemplo en España, se interpretó el artículo 15 de la Constitución jugando con el sujeto en lugar de con el predicado: todos tienen derecho a la vida. De acuerdo, dijo el progresista, pero ¿quienes son “todos”? Todos son los que están inscritos en el Registro Civil, antes no. Por tanto, implantemos, no ya el derecho al aborto sino el derecho al infanticidio.
Pero hay otros muchos ejemplos. Lo cierto es que el espantajo de la ultraderecha ha resultado determinante en una sociedad cloroformizada como la española, que ha expulsado a Cristo de sus vidas y ahora contempla todo lo cristiano como un síntoma inequívoco de ultraderecha y fanatismo... que hay que conjurar mediante la promulgación de los delitos de odio, un tipo de blasfemia contra el Espíritu Santo, en el que a cualquiera que exponga sus convicciones cristianas se le puede acusar de odiar -¡qué cosas!- y se le puede condenar hasta con cuatro años de cárcel. No es ya que la herejía se convierte en ley obligada sino que la verdad se convierte en delito.
Es ridículo pero es. Y todo empezó con el espantajo de la ultraderecha... católica. Mañana domingo, 23 de julio, elecciones generales. Hay un partido ultra que no es ultra sino católico, el único partido parlamentario de principios cristianos. Se llama Vox.