‘Lágrimas’ de cocodrilo, este lunes en el parlamento navarro. La candidata socialista, María Chívite, se ha emocionado durante su discurso de investidura, cómo no, hablando de ella misma y de lo bien que hace las cosas. Estos progres no tienen remedio… ni abuela. Chivite, en cualquier caso, tendrá que esperar al martes para ser investida, gracias a la abstención de Bildu.

“Soy una firme defensora de la política, de la política como servicio público, de la política útil, de la política de los hechos, pero también de la política que genera confianza porque es honesta”, ha afirmado. “Estos cuatro años he aprendido mucho y quiero seguir aprendiendo mucho y quiero seguir haciéndolo desde el honor y la responsabilidad que supone presidir esta comunidad, con la humildad de quien aspira siempre a mejorar y el agradecimiento a quienes hacen que este proyecto pueda hacerse realidad”, señaló visiblemente emocionada.

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Esto es muy bonito, entre otras cosas porque en los últimos cuatro años de gobierno, en los que contó con Geroa Bai y Unidas Podemos IE, Chivite ha logrado que la sanidad navarra, una de las mejores de España, haya caído en picado, con listas de espera interminables. Recuerden, además, la negativa de Chivite, durante la pandemia, a que el CIMA, perteneciente a la Universidad de Navarra, obra corporativa del Opus Dei, realizara hasta 1.000 PCR diarios para la detección precoz del Covid. “Política útil”, lo llama.

Además de la sanidad, a Chivite también le preocupa mucho la educación… católica. Demasiada educación católica en Navarra. Porque el objetivo principal de la socialista Chivite y de sus colegas nacionalistas, comunistas y proetarras, no es acabar con la educación diferenciada, sino eliminar por completo la educación católica en Navarra, principalmente la vinculada al Opus Dei.

A Chivite todo esto le emociona. No es para menos.