Camilo Villarino, un diplomático, sustituye al abogado del Estado Jaime Alfonsín como Jefe de la Casa Real de Felipe VI. El director de ABC, Julián Quirós, calificaba a Alfonsín como un hombre 'prudente', en supuesta respuesta a un supuesto colectivo que criticaba a don Jaime por su prudencia.

En algo tiene razón el director del llamado diario monárquico: en efecto, la prudencia es una virtud que no conviene confundir con la cobardía. En efecto, así es: los mártires eran unos tíos muy prudentes cuando decidían el martirio ante de negar a Cristo, por eso la prudencia es la virtud de los valientes, que jamás debe confundirse con la cobardía. El problema es que Alfonsín no imprimió al Reinado de Felipe VI el carácter de prudente sino de cobarde.

El gran 'mérito' del jefe saliente de la Casa Real fue negociar con la peligrosa Carmen Calvo, número dos del Ejecutivo, la vergonzosa salida del Rey de España, Juan Carlos I -mucho menos corrupto que quien lo ha expulsado, Pedro Sánchez, quien ha hecho de la corrupción una de las bellas artes de la democracia- hacia el exilio, como ejemplo vivo de lo que puede hacer un tiranuelo ególatra contra quien osa limitar su poder y sobre todo, su impunidad.

La Casa Real ya está 'dispuesta' para la revolución violenta, que no es algo probable pero sí posible en España, o para la inanidad. Sólo un cambio drástico podrá decidir si la monarquía con más historia del mundo, la dinastía española, vuelve a ejercer como jefatura del Estado

Y el que suscribe tiene dudas de si el papel de verdugo de Juan Carlos I, don Jaime Alfonsín, categoría de ministro, lo jugó por obligación o con cierta sabrosa devoción. Es sabido que Juan Carlos I, consideraba al jefe de la Casa del Príncipe Felipe como un "secretario", en efecto, no más.   

¿Y su sustituto, don Camilo Villarino? Pues con él los diplomáticos recuperan un cargo importante, pero resulta que también lo recuperan los socialistas, hoy ejercientes como sanchistas. Don Camilo ha hecho carrera como jefe de Gabinete, es decir, no como diplomático, sino como muñidor  de confianza. Villarino es un socialista sin estridencias, el clásico diplomático del que no se habla mal en un cuerpo donde se valora, ante todo, la discreción pero, también, en el que todo el mundo sabe quién es quién... y Villarino llega a la cumbre como responsable de tres ministros progres de Exteriores: José Borrell, Margarita Robles y González Laya. Sí los tres ministros aparentemente moderados, por ejemplo, en su aversión a los indepes, pero los tres más progres que el progresismo más progre. Los tres, por supuesto, cristófobos. Especialmente el último, el vanidosísimo José Borrell. Es cierto que el singular Albares cesó a Villarino pero enseguida le recogió, en Europa, Pepe Borrell, uno de los socialistas más sectarios, con el que ejercía hasta ahora... como jefe de Gabinete.

En resumen, La Zarzuela se 'sanchifica'. De Alfonsín a Villarino: pasamos de la derecha tibia al socialismo progre.

Así, Felipe VI se echa en manos de su secuestrador, Pedro Sánchez. En Zarzuela tratan de convencerse de que Villarino es un represaliado del sanchista Albares, el amigo de Sánchez. Por tanto, no es sanchista. La verdad es que se trata de un autoengaño tan burdo que provoca risa pero todo se ha hecho con el visto bueno de la Moncloa.

La reacción en Dubai: otro "secretario" para la Casa Real. La opción Jaime Pérez Renovales se malpierde: se jubilará en el Banco Santander

Mientras, Juan Carlos I se prepara a morir en el exilio, una vergüenza que Felipe VI arrastra ante el pueblo español. aún consciente de que la monarquía católica española debería hacer algo con el mandato de honrar al padre y a la madre. No se engañen: Camilo Villarino es un realista no monárquico. No hará la revolución pero tampoco cree en la monarquía como el mejor sistema de control del dobierno. En lo que cree Vilalrino es... en el gobierno, en el poder.

Es decir, que la Casa Real ya está 'dispuesta' para la revolución violenta, que no es algo probable pero sí posible en España... o para la inanidad. Sólo un cambio drástico podrá decidir si la monarquía con más historia del mundo, la dinastía española, vuelve a ejercer como jefatura del Estado o se queda en lo que ahora mismo se ha quedado: en la supervivencia.

Y como todo aquel que sólo vive para sobrevivir, Felipe VI no se da cuenta de que no se puede jugar a empatar: los que sólo se preocupan por la supervivencia acaban por perder la vida. Hablo de personas y de instituciones.

El asunto Peñafiel demuestra que un rey, o bien ejerce como referencia moral -sí, moral- del pueblo, o simplemente será ninguneado, abdicado o asesinado. Lo más triste es lo primero

¿Cuál ha sido la reacción en Dubai? Pues que Juan Carlos I se reafirma en que Alfonsín no era sino un "secretario" -sí, SM Juan Carlos I lo decía con sorna y ahora con cabreo- y que ahora le ha sucedido otro secretario, un personaje que, al igual que su antecesor, se centra en lo posible y no en lo aconsejable, y que también confunde la sensatez con la tibieza cuando no con la cobardía. Y ya saben: ojalá fueras frío o caliente... eres tibio, estoy para vomitarte de mi boca.

La opción Jaime Pérez Renovales se pierde: el exsecretario de Estado de Rajoy, uno de los hombres que se consideraba primordial para recuperar el papel activo del monarca, tanto con Felipe VI como con la futura reina, la princesa Leonor, se jubilará en el Banco Santander.

Y luego está el coetáneo asunto Jaime Peñafiel, al parecer expulsado de El Mundo. espero que no por presiones de Zarzuela, otro de los flagelos de Juan Carlos I, por su reciente libro sobre la Princesa Letizia, más una entrevista internetera que aún ahonda más en la difamación de la Familia Real, que, señor Peñafiel, aunque a veces no lo parezca, está formada por personas.

Ya he dicho en Hispanidad que el libro de Peñafiel sobre la reina Consorte, doña Letizia Ortiz, resulta viscoso y demuestra  la poca altura moral de tres personajes: la propia Reina Letizia, el autor, Jaime Peñafiel y el delator, Jaime Jaime del Burgo.

Pero, a pesar de resultar un libro, y un episodio, realmente venenoso, lo cierto es que demuestra que un Rey, o bien ejerce como referencia moral -sí, moral- del pueblo, o simplemente será ninguneado, abdicado o asesinado... o las tres cosas en progresión. La más triste es la primera. No vaya ser que los cambios en la Casa Real acaben por ser cambios en la cara real.