Pedro Sánchez no quiere una repetición electoral, tiene miedo a volver a las urnas porque nunca sabes lo que puede suceder -que se lo digan a Feijóo-, máxime cuando dependes de otros para gobernar. Catalanes y vascos, por su parte, están en una posición inmejorable que podría no repetirse tras unos nuevos comicios.

Así las cosas, el presidente en funciones reapareció este viernes en un acto con empresarios, en la CEOE, y, tras arremeter duramente contra Feijóo por su intento de investidura que avoca al país a “una descomunal pérdida de tiempo”, afirmó su intención de formar Gobierno a pesar de la amnistía que le exigen los separatistas catalanes y que supone la gran diferencia respecto a la pasada legislatura.

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Sánchez no cede, tampoco tras los diversos artículos publicados en El País -uno de Cebrián y otro más reciente de Javier Cercas- ni tras las críticas de socialistas tan ilustres como Felipe González, Alfonso Guerra o el ex presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, contra la amnistía que exigen ERC y Junts. Todo lo contrario, expulsó del PSOE a Nicolás Redondo Terreros, una decisión muy criticada por González, que recordó lo sucedido cuando era presidente: “Su padre me convocó una huelga general y no se me ocurrió expulsarlo”, afirmó.

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En definitiva, el presidente en funciones da por hecho que, tras el presumible fracaso de Feijóo, el Rey le designará candidato. “Me dedicaré a dialogar con el resto de fuerzas políticas, lógicamente también hablar con la sociedad civil para tejer alianzas y poner en marcha un proyecto político en positivo, de progreso y de convivencia que garantice la estabilidad del país y que sea plenamente coherente con la letra y el espíritu de nuestra Constitución”, destacó.

En otras palabras, Sánchez quiere reeditar el Frente Popular de 1936, esto es, un gobierno con el apoyo de comunistas, separatistas y proetarras. Y, sobre la mesa, la amnistía por el 1-O como punto de partida hacia la autodeterminación de Cataluña. Tranquilos, todo con el visto bueno del Tribunal Constitucional, ahora bajo el control del Sanchismo.

Ante este panorama, el Rey supone el último muro de contención, pero Felipe VI no es como su padre. Juan Carlos era -es- católico, aunque católico poco ejemplar, que peca, sí, pero pide perdón y vuelve a empezar. Felipe, por el contrario, tiene espíritu protestante, es decir, considera que él no se puede equivocar. Por eso, para evitar meter la pata, no se moja ni en la ducha. Juan Carlos habría parado los pies a Sánchez; Felipe no lo hará.

Por cierto, José Felix Tezanos, presidente del CIS, se preguntó el jueves en una entrevista qué punto de la Constitución prohíbe la amnistía. El 62, al hablar del papel del Rey: “Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley, que no podrá autorizar indultos generales”, afirma el apartado ‘i’. Y una amnistía no es otra cosa que un indulto general.