Dos recientes casos de eutanasia en Holanda han reabierto el debate de la descontrolada situación que se vive allí. Por un lado, la noticia de que el ex primer ministro de Países Bajos Dries van Agt y su mujer, Eugenie Krekelberg, decidieran morir juntos, lo que ha sacado a la luz el 'boom' de las eutanasias en pareja que está viviendo el país. 

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Por otro lado, la historia de Zoraya ter Beek: sufría una depresión paralizante, autismo y trastorno límite de la personalidad, pero no tenía ninguna enfermedad física ni terminal, estaba casada y muy enamorada y tenía tan solo 28 años. Pese a ello, solicitó la eutanasia y la recibió a finales de mayo. 

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El descontrol de la situación sólo se confirma con la publicación del informe sobre la eutanasia en los Países Bajos en 2023, que indica que el número de muertes no sólo ha aumentado, sino que la causa que está ganando peso entre los motivos aducidos son las enfermedades mentales. 

Países Bajos fue el primer país del mundo en legalizar el suicidio asistido en 2001 y con el paso de los años con la eutanasia legalizada se llega a esto: mentalidad eutanásica, ya no es con una enfermedad terminal o incurable, sino porque se esté cansado o deprimido. Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor: el país ha pasado de 1.815 eutanasias en 2002 a las más de 9.000 este 2023. Y en este camino va a toda velocidad España. 

En 2022, el primer año completo, se registraron cerca de 300 muertes por eutanasia, frente a las 59 de 2021 según datos del INE y ahora el Ministerio de Sanidad con Mónica García a la cabeza va a ampliar la legislación. El Ministerio, junto a las comunidades autónomas, está trabajando en una reforma del Manual de Buenas Prácticas de la Eutanasia para ver cómo situar la enfermedad mental y el primer borrador ha sido estudiado por “Diario Médico”.

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Lo primero que deja claro el documento es que “la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia (LORE) no excluye la enfermedad mental, permitiendo que las personas con un padecimiento insoportable debido a la presencia de una enfermedad mental puedan solicitar la PAM (prestación de ayuda a morir) en igualdad de condiciones que aquellas cuyo sufrimiento proviene de una enfermedad somática". Es decir, que la ley ya dejó la puerta abierta a este tipo de eutanasias en su día. 

Es más, sólo "se requiere una evaluación psicopatológica exhaustiva que permita identificar aquellas personas que podrían acogerse a la PAM por trastorno mental debido a la presencia de un padecimiento grave, crónico e imposibilitante o una enfermedad psiquiátrica grave e incurable". 

Según el borrado, en estos casos el personal sanitario que lleve el caso debe ser "un profesional que haya atendido a la persona durante un periodo prolongado, como su médico de familia o su psiquiatra habitual".

En los supuestos en los que esto no sea posible, "el médico responsable puede realizar la interconsulta a los especialistas de salud mental que hayan intervenido en su seguimiento, y puedan aportar una visión longitudinal del proceso, como psiquiatría, psicología clínica, enfermería y trabajo social".

No obstante, será preferible que "el médico consultor tenga formación especializada en el ámbito de la enfermedad que presenta la persona solicitante, dándose preferencia a un médico psiquiatra".

Pero el borrador aclara que la depresión quedaría fuera de la eutanasia porque hay que "descartar aquellas personas que presentan síntomas de depresión o ansiedad leves o moderados, ya que estas condiciones son susceptibles de tratamiento y mejora, excluyéndolas del acceso a la PAM".

Veamos qué casos contempla la Organización Mundial de la Salud dentro de las enfermedades mentales, obviando a esas personas con síntomas de depresión o ansiedad leves, para ver qué personas podrían ser eutanasiadas en España: 

  • Trastornos del neurodesarrollo: los trastornos del neurodesarrollo incluyen trastornos del desarrollo intelectual, trastorno del espectro autista y trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), entre otros.
  • Trastornos de comportamiento disruptivo y disocial: en 2019, 40 millones de personas, incluidos niños y adolescentes, lo sufrían, también conocido como trastorno de conducta, es uno de los dos trastornos de comportamiento disruptivo y disocial, el otro es el trastorno desafiante y oposicionista. 
  • Trastornos del comportamiento alimentario: en 2019, 14 millones de personas padecían trastornos alimentarios, de los que casi 3 millones eran niños y adolescentes. Los trastornos alimentarios, como la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, se caracterizan por alteraciones en la alimentación y preocupación por los alimentos, así como por problemas notables de peso corporal y forma.
  • Esquizofrenia: afecta a unos 24 millones de personas, es decir, a una de cada 300 personas. Quienes la padecen presentan una gran deficiencia en la percepción y por cambios de comportamiento. Los síntomas pueden incluir persistencia de ideas delirantes, alucinaciones, pensamiento desorganizado, comportamiento muy desorganizado o agitación extrema. 
  • Trastorno bipolar: en 2019, 40 millones de personas lo padecían. Las personas afectadas experimentan episodios depresivos alternados con períodos de síntomas maníacos. Durante el episodio depresivo, experimentan un estado de ánimo deprimido (tristeza, irritabilidad, sensación de vacío) o una pérdida del disfrute o del interés en actividades, la mayor parte del día, casi todos los días.

Podemos volver a ver el patrón que sigue la eutanasia: cargarse al débil, y en la mayoría de los casos expuestos no sería la persona que padece la enfermedad mental, en pleno uso de sus capacidades, la que decidiría por su vida, sino un tercero.