En el mundo de Pedro, el señor Mohamed Bin Salman, hombre fuerte de Arabia saudí, no es un asesino, sino un filántropo ante quien inclina la cabeza, algo que no hace con su Rey, el rey de España, un tal Felipe VI.

En el mundo de Pedro, Catar es el bueno e Israel es el malo. Pues, hombre, los cataríes, propietarios de una parte del IBEX español, son los que financian el terrorismo salvaje de Hamas y no contentos con ello, se consideran sus representantes en un escenario internacional que no puede admitir a unos miserables que degüellan a los bebes, torturan a los adultos y secuestran a civiles judíos para utilizarlos como instrumento de chantaje al enemigo y que, luego, una vez provocada la tragedia, corren a esconderse detrás de sus ancianos, mujeres y sus hijos, a quienes dejan abandonados ante el ejército enemigo, que utilizan los hospitales como fortines -es decir, también se esconden tras los enfermos y heridos- y a la ONU, antes sagrada, como aliado y como instrumento de perversión de la ayuda internacional a Gaza. 

Y claro, cuando el enemigo llega a sus predios, le acusan de inclemencia contra carne inocente... la misma carne inocente detrás de la que ellos ocultan sus crímenes. 

Pero, miren por dónde, Sánchez arremete contra los israelíes por haber matado a siete miembros de la ONG del cocinero José Andrés -esperemos que no sea una tenebrosa táctica israelí, sino sólo un error- mientras se inclina ante Ben Salmán y se rinde ante la familia Al Thani, los peligroso déspotas cataríes que sostienen a Hamas

¿Es tonto Pedro Sánchez? No, no es tonto. Es un ególatra que, con tal de mantenerse en el proscenio, es capaz de condecorar al asesino y vilipendiar a la víctima

En resumen, llevado por su sectarismo y, sobre todo por su egolatría, el presidente del Gobierno español está haciendo algo muy simple: dar cobertura diplomática a los terroristas de Hamas.

Entonces, ¿es que Pedro Sánchez es tonto? No, no es tonto. Es un ególatra que, con tal de mantenerse en el proscenio es capaz de condecorar al asesino y vilipendiar a la víctima, si con ello se ubica en el centro de atención de todo lo que le rodea: los suyos, el pueblo español, Oriente Medio, la humanidad, el sistema solar y la Vía Láctea.