Debían ser seguir llamándose Premios Príncipe de Asturias porque los nombres de los cargos, instituciones o galardones hacen relación a eso, al cargo, y resulta que el sustantivo premio es masculino y el cargo siempre fue el de Príncipe de Asturias, no el de Princesa de Asturias. Pero el lenguaje inclusivo es lo de menos, porque, como buena estupidez que es, se difuminará con el tiempo, morirá por sí mismo.
Lo que importa en los premios de mi pueblo es el contenido, no el continente. Y una vez más, la entrega de los Premios Príncipe de Asturias -perdón Princesa de Asturias- que, con toda pompa y boato, se entregan en el Teatro Campoamor de Oviedo, han resultado prisioneros de lo políticamente correcto y, con ello, han mostrado su propia nadería.
La inteligencia artificial no existe: la máquina no es más que un plagio del hombre. Es tonta, aunque es rápida. Igual que Google: un mecanismo muy simple convertido en un feroz monopolio global
El aparato de propaganda más depurado del Sanchismo, RTVE, se puso al servicio del acto en la ceremonia del pasado viernes en el capital del Principado, con el Rey, Felipe VI, y una heredera al trono, la princesa Leonor, convertidos en colaboradores entusiastas de la riada de vulgaridad que representa premiar al pensamiento único del Nuevo Orden Mundial (NOM).
Sí, porque lo peor del reinado de Felipe VI no es que se haya rendido al progresismo deshumanizador del siglo XXI, es que se ha convertido en uno de sus principales portaestandartes.
Dos detalles de la entrega de premios. Por un lado, el del premiado Demis Hassabis, Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2022, uno de los muchos cerebros brillantes de segunda división del universo Google, asegurando que la inteligencia artificial creará cerebros como el humano, capaces de pensar igual que el hombre.
La inteligencia artificial sólo consiste en un plagio del ser humano y hacerlo como lo hace toda calculadora: a toda velocidad. La máquina es tonta pero rápida, sólo eso
No hombre no Demis, lo que construirá el hombre, por ejemplo tú, serán portentosos Frankenstein, máquinas que tomarán prestado el pensamiento del hombre -pensamiento creado por Cristo- y produciréis máquinas que operarán mucho más deprisa que la mente humana. Pero eso, señor Carlos Franganillo, no significa nada. Significa plagiar al ser humano, creado por Dios, y hacerlo como lo hace toda calculadora: a toda velocidad.
La máquina es tonta pero rápida. Sólo eso. Y por tanto, la inteligencia artificial no existe: o es inteligencia o es artificial. Así que menos lobos.
Lo que ocurre es que Hammabis, como otros defensores de la IA es un estudioso de la neurociencia -¡qué casualidad!- forma parte de esa estulticia científica, que en su inagotable orgullo pretenden ser como dioses, según la tentación de la serpiente a la amiga Eva cuando el "desagradable incidente de la manzana". Nuestro galardonado con el Princesa de Asturias -otro hombre-Google- pretende, como tantos otros, atribuirse el principio de creador de inteligencia. O sea, de creador de un nuevo hombre.
Ahora bien, crear es dar el salto de la nada a la existencia, no de una cosa pequeñita que ya existe a otra cosa más grande, más perfeccionada, sin duda. Eso no es crear, es producir o trasformar.
El premiado Matos Moctezuma trata de justificar el salvaje régimen azteca que, afortunadamente, el valiente extremeño Hernán Cortés finiquitó
Así que, Demis no el eches tanta mostaza a la hamburguesa, que lo de la inteligencia artificial no da para mucho.
Al tiempo, como otra muestra de la paz y de la templanza, también recogió su Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, Eduardo Matos Moctezuma, que, como su mismo nombre indica, es un mexicano que postula el encuentro de dos mundos como alternativa falsa a la realidad del descubrimiento de América por España y su proceso liberador de los indígenas... liberador de los tiranos indígenas que les esclavizaban.
Pero, como decía un empresario español, estos mexicanos no quieren que les colonicemos, lo que quieren es colonizarnos ellos a los españoles.
En definitiva, los Premios Princesa de Asturias se han convertido en un lanzamiento de progres, más o menos antiespañoles y más o menos irracionales, a los que entrega su galardón la heredera la trono de España. Para entendernos, con cada edición de estos galardones ovetenses, los españoles quedamos, además de cornudos, apaleados, pero, eso sí, con gusto y sonrisa.
Un español tiene que ser muy tonto para premiar una impostura, la de la Inteligencia artificial, encima concretada en un señor de Google, el buscador que está destrozando nuestro periodismo e imponiendo el pensamiento único en España y en todo el mundo.
Un español tiene que ser muy tonto para entregarle el Princesa de Asturias a un mexicano tan crítico con "la conquista" y tan dado a exculpar al salvaje Régimen azteca que el extremeño Hernán Cortes, afortunadamente para todos los mexicanos, finiquitó. Todo ello, bajo la presidencia del Rey de España.
Lo peor del reinado de Felipe VI no es que se haya rendido al progresismo imperante sino que se ha convertido en uno de sus principales portaestandartes. Ahora, encima, él mismo se ha creído su papel.