Es posible que hoy, Festividad de Santa María de La Almudena, patrona de la ciudad de Madrid, Pedro Sánchez nos obsequie con su acuerdo con Carles Puigdemont, conocido como 'Puchi' porque al personal le cuesta tomarse en serio a un personaje cobardón que huyó del país metido en un maletero, en lugar de responsabilizarse, con gallardía, de sus actos.
Por cierto, en vísperas del acuerdo 'Puchi' insultó al Rey de España sin que Sánchez abriera la boca.
Mientras, prosigue el espantajo de la ultraderecha, casi inexistente en España pero con el que Moncloa ha montado su 'show' televisivo para asustar a los españoles
En cualquier caso, un enorme paripé, hasta el final. El PSOE ultima el acuerdo con Puigdemont... que ya tenía acordado el mismísimo 24 de julio. Y prepárense, porque en el PSOE aseguran que es un acuerdo de legislatura, cuando Puchi y Oriol Junqueras aseguran que es un acuerdo de mera investidura. En el entretanto, el PNV, que junto a Junts compone el bloque del separatismo burgués o cristianofobia de derechas, exige recuperar el BBVA y mandar en Indra y en Telefónica y la propia Junts y ERC exigen el control de Caixabank. Así, sin pudor alguno. Y lo malo es que Sánchez se lo concederá si esa es la condición para seguir durmiendo en Moncloa.
¿De qué nos sorprendemos y de qué nos asombramos? Ya conocemos a Sánchez, le hemos soportado durante cinco años y, pese a todo, 7.760.970 españoles le votaron el 23 de julio. El culpable no es 'Puchi', tampoco Sánchez: los culpables somos nosotros. Al menos, esos casi ocho millones de españoles que le votaron ese día.
La historia de Sánchez es esta: introdujo a los comunistas en el Gobierno en 2019, algo que ni Indalecio Prieto y Largo Caballero se atrevieron a hacer hasta ya comenzada la guerra civil, en septiembre de 1936. El jefe de este neocomunismo que invade Europa e Iberoamérica, era entonces Pablo Iglesias, ahora es la simpatiquísima Yolanda Díaz. Ahora Sánchez da otro paso hacia el enfrentamiento civil, que podría convertirse en guerra civil. Aunque no creo, porque faltan convicciones firmes para una guerra... en los dos bandos. Sánchez consolida el enfrentamiento civil -ahora lo llamamos polarización de la sociedad- regalando España a quienes pretenden destruirla: ERC (463.000 votos), Junts (393.000) Bildu (333.000), PNV (276.000) y BNG (152.000).
Sólo 1,5 millones de votos que no representan ni la quinta parte de los obtenidos por el PSOE ni la sexta parte de los conseguido por el PP. Es más, suman la mitas de lo obtenido por los comunistas de Sumar y menos de la mitad de lo conseguido por Vox. Pero en sus manos estamos.
Lo peor: que lo único que une a esas fuerzas es su cristofobia: así que prepárense para la persecución abierta contra los católicos
Mientras, el Sanchismo vende el espantajo de la ultraderecha, casi inexistente en España pero con el que Moncloa ha montado su 'show' televisivo para asustar a los españoles. Los poco informados y varios cuyos ojos no quieren ver piensan que las calles de Madrid han sido tomadas por los nazis, que se enfrentan violentamente a la democrática policía de ese gran demócrata llamado Fernando Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos. Cada uno se divierte como quiere, algunos, asustándose ante un espantajo inexistente.
Lo peor: que lo único que une a esas fuerzas tan diversas según el arco ideológico tradicional es en su cristianofobia: un verdadero odio (este sí que es odio) a Cristo y a la civilización occidental, que no es otra cosa que civilización cristiana. Así que, en nombre del "woke" y de la ideología de género, prepárense para una legislatura de persecución, cada vez más abierta, no de ninguneo social, contra los católicos.