Una vez más, me equivoqué en mis juicios políticos: no pensé que la derrota en Galicia fuera a descentrar de este modo a Pedro Sánchez. La verdad es que siempre ha sido un descentrado ideológicamente, pero no políticamente. Ahí es una animal coriáceo que nunca se da por vencido y al que le importa un adarme cambiar de opinión cada mañana o dejar atrás a quien sea menester con tal de mantenerse en la poltrona del Palacio de la Moncloa.
Es más, insisto en que lo ocurrido en Galicia el pasado domingo no es un triunfo de Núñez Feijóo sino una muestra más de la radicalización de una España cada día más controlada, no por el PSOE, sino por la ultraizquierda neocomunista, que pretende no sólo una España roja, sino también una España rota. Y que pretende, como objetivo final, una España cristófoba, donde todo rastro de cristianismo sea perseguido hasta quedar anulado así como una Iglesia pervertida que ofrezca cobertura moral -más bien inmoral- a un régimen sectario y con tintes satánicos. Hablo de la una Iglesia que apoye la ideología de género y calle ante la perpetuación del homicidio.
Cuando la ministra portavoz, la trasmutada Pilar Alegría, advierte que lo de Galicia no cambia nada y que "el presidente del Gobierno es Pedro Sánchez y el jefe de la oposición Núñez Feijóo, y que así seguirá siendo por mucho tiempo", dan ganas de recordar aquello de 'excusatio non petita, accusatio manifesta'.
Los hechos: Sánchez viaja nuevamente a Marruecos a rendir pleitesía al sátrapa Mohamed VI. Las viñetas groseras que pululan por las redes sociales demuestran que el pueblo español se ha dado cuenta del servilismo esclavista con el que el tirano de Rabat trata a un Sánchez genuflexo y con él, a España.
Se van a cumplir dos años desde que el prediente del Gobierno español decidió prescindir de Argelia-Frente Polisario y apoyar la marroquinidad del Sahara pero no por ello Mohamed VI ha cambiado: utiliza de forma esclavista a los inmigrantes desesperados, a los que emplea como balas humanas, al tiempo que suplica a otro gran cobarde llamado Carles Puigdemont para que paralice la Declaración Unilateral de Independencia (DUI, que no DIU) ya presentado en el Parlamento de Cataluña.
Al tiempo, la derecha pepera, con un Feijóo absolutamente borracho de triunfalismo -pésima bebida- rechaza la moción de Vox para ilegalizar partidos independentistas. Es verdad que ilegalizar Junts, ERC, Bildu BNG o PNV rompería más a España, porque suman bastante votos, pero también está claro que necesitamos, una normativa antiseparatista que condene la sedición y la rebelión... porque con Sánchez hemos descubierto que ceder ante los indepes sólo sirven para que los separatistas vayan a más. no a menos.
La solución, no a los males de España sino al separatismo, que sólo es uno de esos males y no el mayor, es clara: una alianza ente los mayoritarios PSOE y PP. Insisto, no mejorarían la España roja, que es lo peor, pero sí la España rota. El único obstáculo es la ambición de Sánchez y algo menos la ambición de Feijóo. Pero es un obstáculo muy gordo y muy alto.
Mientras, seguimos en el Sanchismo canalla y, ahora, además, patético.