El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se ha reunido esta mañana con el líder opositor venezolano Edmundo González Urrutia, que se encuentra exiliado en España debido a la persecución que sufre en su país por parte de la dictadura chavista, después de haber ganado las elecciones del pasado 28 de julio, con el 67% de los votos. 

Al término del encuentro, el jefe del Ejecutivo ha emitido un post en la red social X donde aseguraba que "España sigue trabajando en favor de la democracia, el diálogo y los derechos fundamentales del pueblo hermano de Venezuela". 

La visita se ha producido, además, después de que ayer el Congreso español -con los votos a favor de PP, Vox, PNV y CC- instase al Gobierno a reconocerle como presidente electo. Y después de que el PSOE votase en contra de esa iniciativa del PP, bajo el argumento de que el Ejecutivo busca una posición común con Europa. 

Pues bien: la semana que viene, el Parlamento Europeo también reconocerá a Edmundo González como presidente de Venezuela. Así que, si busca una posición común con Europa, ahí la va a tener.

Por lo tanto, al final lo que queda en Sánchez es mucha palabra bonita pero pocos hechos en favor de los venezolanos, que llevan sufriendo esa terrible dictadura durante años. 

Además, Sánchez le ha hecho un favor al dictador Nicolás Maduro al acogerle en España, porque la presencia física de Edmundo González en Venezuela empezaba a resultar un problema para el dictador. 

Y el trasfondo de todo esto son las opacas relaciones del Ejecutivo socialista con la dictadura bolivariana, a través de José Luis Rodríguez Zapatero. Y si no, ¿se acuerdan del episodio del ministro José Luis Ábalos recibiendo a la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez en Barajas, con muchas maletas de por medio, cuando además tenía vetado pisar suelo europeo? 

Por cierto, el presidente del Congreso venezolano, Jorge Rodríguez, ha pedido que Venezuela rompa relaciones diplomáticas con España. Lo ha hecho a grito pelado, que es lo suyo.