El miércoles 20 de abril se convirtió en el día de Feijóo. El nuevo presidente del Partido Popular le está dando la réplica a la apisonadora propagandística de Pedro Sánchez, con la propuesta de una reforma fiscal, además, bien explicada.
Su apuesta por una bajada de impuestos, que la inflación ha disparado sin necesidad de escribir ni una coma en el BOE, es buena, es necesaria, adecuada, sensata, pertinente... y medrosa, acomplejada. Sobre todo porque Feijóo planea su bajada de impuestos como algo temporal.
Insisto, las ideas son buenas y han forzado al PSOE a prorrumpir en una cascada de insultos ("escapista" le ha llamado Yolanda Díaz... ¿esta señora sabrá qué es un escapista?), un montón de chorradas tales como asegurar, insultando -democráticamente, por supuesto- que Feijóo pretende reducir los servicios sociales. No, si te parece, pretende aumentarlos.
Y no sólo eso, pretende, además, reducir la burocracia y el número de políticos e instituciones existentes en España. Todo ello muy aplaudible.
Feijóo se empeña en ser un CEO, no un gobernante. Sus votantes acabarán por concluir que, si se trata de gestionar, hay que elegir como presidente del Gobierno a Pablo Isla, no a Núñez Feijóo
El problema es que la progresía de derechas no cree en lo mismo que predica y entonces, Feijóo, rindiendo pleitesía a los tópicos progres, asegura que hay que bajar los impuestos pero de forma temporal. ¿Por qué de forma temporal y no definitiva?
A Feijóo le ocurre lo mismo que le ocurrió a Aznar, Rajoy, Casado... Cuando el PP se vuelve progresista gana en las encuestas y pierde en las urnas y, además, sólo ganas en las urnas cuando los españoles, de tendencia actual hacia la progresía de izquierdas, contemplan que los socialistas son unos manirrotos y que la alabada estrategia de exaltación de lo público nos lleva a las ruinas privadas. Entonces es cuando vota al PP con gran dolor, casi tapándose la nariz, dolor y el PP sube al poder. En el caso de Aznar, por ejemplo, con tan sólo 300.000 votos de diferencias sobre un Felipe González que llevaba 14 años en el poder.
En el caso de Rajoy, con mayoría absoluta, tras el mayor desastre económico de la historia democrática: el capitaneado por el nefasto Rodríguez Zapatero.
Es la regla de oro de la acomplejada derecha española, "la derechita cobarde": cuando el PP se vuelve progresista gana en las encuestas y pierde en las urnas, hasta que el PSOE la diña y el personal vuelve a llamar los gestores del PP para arreglar el desaguisado.
En cualquier caso, Feijóo se empeña en ser un CEO, no un gobernante. Considera que presidir España es gestionar una empresa, no gobernar un país. Los principios morales le ponen muy nervioso al gallego, quizás porque carece de ellos. Ahora bien, sus votantes acabarán por concluir que, si se trata de gestionar, hay que elegir como presidente a Pablo Isla, no a Núñez Feijóo.