Por una parte, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, equipara la llamada violencia de género con la violación o violencia sexual contra la mujer. Ambas serían causa del machismo imperante y ambas, no sólo estarían relacionadas, sino que vendrían a ser lo mismo.
No tengo yo muy claro que el instinto sexual tenga mucho que ver con pegar a tu pareja cuando el amor se ha convertido en odio, pero en la mente poliédrica y centrífuga del señor Marlaska, al parecer sí.
La violencia sexual y la violencia llamada de género sólo tienen una base común: una sociedad hipersexualizada y, lo que es más grave, una sexualidad banalizada, que se enorgullece de su indecencia
De esta forma, Don Fernando consigue meter en el mismo saco la agresión sexual, por la que toda la sociedad, también los varones, sienten una especial aversión -yo el primero- con la gran mentira -para que no se me escandalice la progresía vamos a dejarlo en exageración- de la violencia llamada de género.
Porque ahora mismo, a la sociedad española, aunque las cifras de Marlaska y la otra ministra, implicada, la de Justicia, Pilar Llop, así como las de la honradísima fiscal Lola Delgado se empeñen en lo contrario, lo que le preocupa son las violaciones crecientes. Eso sí que es violencia machista y repugnante.
A la sociedad española le preocupan las agresiones sexuales no las agresiones domésticas. Son las primeras las que se han disparado y el origen de una y otra violencia sólo tienen en común la misma falta de respeto a la mujer, en buena parte como producto de la pornografía ambiental. La pornografía creciente en todo Occidente ha creado una sociedad hipersexualizada y, lo que es más grave, una sexualidad banalizada. Para entendernos, una sociedad que se enorgullece de su indecencia.
Por lo demás, parece claro que las disputas conyugales de una pareja en separación tienen poco que ver con el instinto sexual.
En paralelo, Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos, como creo haber dicho antes, ha hecho suya la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana del ministro Jorge Fernández, al que la izquierda, en su afán de perseguir todo lo que huela a católico, o sea a Fernández, calificó como Ley Mordaza. La verdad es que lo único que proponía la norma era acabar con el vandalismo impune, en aquel momento alentado por el Podemos rabioso que aún no había conseguido el poder, y que se respetara un poquito más a la policía. Un poquito nunca está mal, hombre.
En la justicia progresista no se otorga a a cada uno lo suyo según sus hechos sino según su condición
Lo digo porque las sanciones contra la nueva ley de seguridad que se tramita en el parlamento, pretenden imponer, por mor de las enmiendas socio-podemitas, sanciones más duras para los ricos que para los pobres. Sí, por idéntica falta. Es la justicia progresista: no se aplica a cada uno lo suyo según sus hechos sino según su condición.
Luego están los pequeños detalles como los conceptos, equívocos en la sociedad moderna de riqueza y pobreza. Dicho de otra forma, ¿quién es más rico, si aquel que vive de lo que he generado o de lo que han generado los demás?, algo muy relacionados con la distinción entre lo privado, siempre maldecido, y los público, siempre bendito, por el asimismo equívoco concepto progre de solidaridad.
No, al final no será así porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, pero la intención de socialistas y podemitas es justamente esa: lograr el imposible. Que sea justo o injusto, que sea racional o aberrante no es tarea para el progresista.