Francisco Javier García Gaztelu, el malnacido conocido como Txapote a efectos homicidas, el etarra que secuestró y posiblemente asesinó a Miguel Ángel Blanco, ha sido acercado por el Gobierno Sánchez a una cárcel de Vascongadas para que, como ya hemos informado, le cuide el Gobierno nacionalista vasco.
Txapote tiene pinta de oligofrénico pero recuerden: no son los locos los que se vuelven malos sino los malos los que se vuelven locos.
Esto es importante. Por lo general, al asesino convulso le llamamos chiflado. Pero no está chiflado, aunque lo esté, porque no lo estaba cuando mató por primera vez.
Entendámonos: un tipo como Txapote puede sufrir algo parecido al resentimiento con su primer asesinado. Ya saben, había que liberar Euskadi y esas cosas. Pero a la décimo octava víctima ya mata casi por rutina. No sabría ni reconocer a sus víctimas.
Al asesino en serie le llamamos chiflado... pero no estaba chiflado cuando mató por primera vez
Sin embargo, cuando mató a la primera no estaba loco. Era peor: era un mal bicho que libremente había decidido quitarle la vida a su prójimo.
La locura no es más que la pérdida del sentido de la realidad. Es verdad que el asesino en serie acaba por no distinguir entre el bien y el mal, termina por perpetrar sus fechorías como un autómata. Pero cuando asesinó por primera vez, bien sabía lo que hacía, estaba en su sano juicio.
El loco no es malo, es el malo el que se vuelve loco, porque el hombre es libre. La locura no tiene nada que ver con sus actos, y si llega a anular su voluntad, entonces no es culpable. Pero el malvado que a costa de fechorías pierde el juicio... sigue siendo culpable.
El hombre es libre: no conviene confundir maldad y locura.
¿Y Txapote está chiflado? Yo creo que sí pero no soy psiquiatra.