Las elecciones regionales de ayer en la antigua República Democrática Alemana han supuesto el triunfo de Alternativa ppor Aleamnia(AfD) en Turingia y su segundo pesto en Sajonia, por detrás de la derecha CDU, de la sinuosa Ursula Von der Leyen.
Los progresistas europeos de izquierda, del que nuestro Pedro Sánchez constituye un representante egregio, se han rasgado las vestiduras ante el auge de la ultraderecha en el motor de Europa: ¡Qué horror! Lo cierto es que son ellos mismos, los progres europeos, quien han posibilitado el desastre, que lo es.
En España, por ejemplo, PSOE, Sumar, Podemos o los nacionalistas de ERC y de Junts, de Bildu o PNV (sí también de las derechas burguesas de Junts y también de PNV) la ultraderecha es todo y, si fuera necesario, también el Partido Popular, es decir, el progresismo de derechas, 'ultra' todo aquello que se aleje de sus postulados 'woke', la antropología más idiota que haya creado Occidente desde Descartes.
Quiero decir que si, por el mero hecho de discrepar con la cultura progre dominante, son un ultra y un fascista... ¡pues tendré que ser un ultra y un fascista!
Pero no nos desviemos: AfD es ultraderecha de verdad, pagana y con una lideresa como Alice Weidel, que presume de su lesbianismo, de su pareja e hijos, una ex de Goldman Sachs, es decir, proveniente de la banca de inversión, igualita que Emmanuel Macron, queregal sus ocios entre el sur de Alemania y Suiza, a lo mejor por si acaso hay que salir corriendo, más radical que Marine Le Pen, que nada tiene que ver ni con Meloni ni con Vox...
Tiemblo cuando el miembro del Opus Dei, Jorge Buxadé, les trasmite a sus colaboradores que no hablen de aborto, porque el aborto no vende
Además, insisto, la estúpida alabanza del progresismo de izquierdas, por ejemplo del PSOE, hacia la inmigración-invasión musulmana de Europa es lo que ha potenciado a AfD, que como buen partido alemán siempre ha mantenido rasgos nazis, indudablemente racistas, en su comportamiento.
En definitiva, bajo el término ultra, el gran espantajo ideológico del actual progresismo europeo, se señala, interesadamente, a quienes nada tienen que ver con el extremismo con quiene sí que lo tienen que ver, metidos ambos en la misma ceta: porque lo uno es derecha pagana (AfD y Le Pen, por ejemplo, aunque insisto en que también son distintos) frente a una Giorgia Meloni o un Vox. ambos de raíces cristianas, por tanto incompatibles con el nazismo o con el paganismo de derechas. Incompatible, también, por cristianos, con el racismo.
De ahí el error, el fatal error de Santiago Abascal al unirse a Le Pen en lugar de mantener su alianza con Meloni en Europa.
Se necesita una nueva derecha europea, sí, pero esa derecha tiene que enraizarse en los principios cristianos, no en los principios paganos ni por mor de la emigración o de la desesperación a la que nos ha llevado el progresismo vigente.
Si quieren distinguir entre la ultraderecha pagana y una derecha cristiana, que la progresía, tanto de izquierdas como de derechas, siempre calificará de 'ultra', sólo tienen que reparar en el derecho a la vida, en la cuestión del aborto, con todas sus derivadas. O en la ideología de género, la estupidez 'Woke' que sufre la civilización cristiana-occidental.
Tiemblo cuando Abascal deja de hablar en cristiano, o tiemblo cuando el miembro del Opus Dei, Jorge Buxadé, les trasmite a sus colaboradores que no hablen de aborto, porque el aborto no vende. Si Vox cae en derecha pagana, habrá perdido todo su sentido. No he dicho 'parte' de su sentido, he dicho todo.
Recuerden, AfD y Le Pen, aplauden el aborto, Meloni y Vox, aunque, desgraciadamente, no sea ahora mismo el puntal de su acción política, aún defienden la vida. Además, franceses y alemanes aseguran, por las bravas, que ellos de católicos no tienen nada. Tanto entre los seguidores de Alice Weidel como en los de Marine Le Pen, o en eso otros grupos que empiezan a surgir en Centroeuropa, abundan los ateos.
Para esta derecha pagana, la verdad es que me quedo con la izquierda clásica... aunque sospecho que esa izquierda clásica, preocupada por la justicia social, apenas existe ya en Europa. Por ejemplo: Pedro Sánchez no es de izquierdas, es solo un progre, eso sí, un progre radical, verdaderamente ultra.