Biden emula al también progresista presidente Franklin Delano Roosevelt, quien trató de ampliar el número de magistrados del Tribunal Supremo en 1937. Su propuesta fue ampliamente rechazada y el Senado afirmó que “era esencial rechazar la moción para garantizar la continuidad de nuestra democracia constitucional” y que “nunca una propuesta semejante debería volver a presentarse ante los representantes libres del pueblo libre de América”.
Durante la pasada campaña presidencial, el fallecimiento de la sectaria y progresista magistrada Ruth Bader Ginsburg y su sustitución en el Tribunal Supremo por la católica y conservadora Amy Coney Barrett, desató la histeria progre en Estados Unidos, ya que suponía que, por primera vez en la historia reciente, los conservadores ostentaban una mayoría en el Tribunal Supremo de cinco a cuatro. Según los progresistas, de seis a tres, pero dada la conversión del antaño conservador presidente de la Corte, John Roberts al sectarismo progresista, la mayoría conservadora en la corte es ajustada.
Por aquel entonces, muchas voces del Partido Demócrata reclamaron al entonces candidato demócrata Joe Biden que, en caso de ser elegido presidente, aumentara de 9 a 12 el número de magistrados para volver a retener el control progresista en la Corte Suprema. En uno de los debates, al ser interpelado directamente Biden por el entonces presidente Trump sobre la cuestión, Joe optó por su estrategia favorita: no contestar.
Pues bien, no han pasado ni cien días desde su llegada a la Casa Blanca, y el presidente Biden ha anunciado la creación de una comisión que estudiará la posibilidad de ampliar el número de miembros de la máxima instancia judicial del país. Es interesante que se instrumentalice la cuestión a través de una comisión, por cuanto de antemano ya sabemos cuál será el parecer del organismo a la hora de evacuar el informe final.
Existe un precedente de otro presidente, “casualmente” también demócrata y progresista, como Franklin Delano Roosevelt. Le dieron calabazas
La cuestión no es baladí, ya que el Tribunal Supremo de EEUU está compuesto por nueve miembros y esa cifra nunca ha variado desde 1869 con la aprobación del denominado “Judiciary Act” o Ley estatutaria judicial que fijó la composición del Tribunal Supremo. Existe un precedente de otro presidente, “casualmente” también demócrata y progresista, como Franklin Delano Roosevelt, quien también trató de ampliar el número de magistrados de la Corte Suprema en 1937, para garantizar el control ideológico de la misma. Su plan fracasó y fue rechazado de forma aplastante por el Senado en una votación de 70 votos en contra por solo 20 a favor. Sus propios compatriotas demócratas rechazaron mayoritariamente la propuesta y el Comité Judicial del Senado señaló que “era esencial rechazar la moción para garantizar la continuidad de nuestra democracia constitucional” y que “nunca una propuesta semejante debería volver a presentarse ante los representantes libres del pueblo libre de América”.
En esta ocasión, no somos tan optimistas y es poco previsible que algún demócrata se atreva a referirse a calificar la propuesta de su jefe de filas como lo que es: un asalto a la democracia. El plan de Biden emulando a Roosevelt acredita que la esencia del progresismo es, y ha sido siempre la impunidad. A diferencia de lo ocurrido en el pasado, ahora la autoritaria propuesta de Biden cuenta con el aplauso de los legisladores demócratas y de todo el espectro de la progresía mediática.
La reacción en las filas republicanas no se ha hecho esperar, y el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, en aparente recuerdo de las palabras de sus antecesores del siglo pasado en la Cámara Alta, ha indicado que “la Comisión es un asalto directo a la independencia judicial de esta nación”.
Imagínense si Trump o algún presidente republicano hubiera adoptado una propuesta similar a la de Biden
La impunidad progresista no tiene límites y para el supuesto en que no saliera adelante la violación de Montesquieu que pretende Biden, existe otro plan en el radar demócrata. Un auténtico “plan renove” en la Corte Suprema. En los últimos meses, los activistas progresistas han incrementado la presión para que se retire el magistrado Stephen Breyer, del bloque progresista de la Corte, quien este año cumple 83 años y que es en la actualidad el juez de mayor edad de la Corte. El temor progresista es que, si Breyer no se retira ahora, un presidente demócrata podría designar a otro progresista para sustituirle, si falleciera dentro de unos años con un republicano en la Casa Blanca, supondría perder un decisivo voto en la Corte, como ocurrió con la sectaria Ruth Bader Ginsburg. Lo cierto es que Breyer ha señalado que no piensa retirarse porque le encanta lo que hace, pero eso poco le importa al cada vez más radical Partido Demócrata.
Nunca se había alcanzado una bajeza de tal calibre como exigir a un magistrado que se retire para garantizar su sustitución por otro del mismo calado ideológico. Está visto que la progresía no cuida a sus mayores ni respeta el legado de quien, por otro lado, durante las casi tres décadas que ha ejercido en la Corte siempre ha sido un fiable voto progresista desde que Bill Clinton le propusiera en 1994. Veremos cuánto tiempo le deja la progresía seguir en el puesto…
Imagínense si Trump o algún presidente republicano hubiera adoptado una propuesta similar a la de Biden, les faltaría tiempo a los medios de comunicación para orquestar un linchamiento mediático… y para que Antifa y Black Lives Matter incendiaran las calles.