No sé por qué nos quejamos tanto de la progresía imperante e insistente. A fin de cuentas, son muy divertidos.

Ejemplo: atentado contra Donald Trump. Un jovencito majadero -majadería, la marca de nuestro tiempo-, de nombre Thomas Crooks, entusiasta de una organización progresista pro-Biden armado con un fusil semiautomático AR-15, dispara contra Donald Trump durante un  mitin. Hiere al expresidente en una oreja, que no deja de ser un órgano pegado al cerebro, y asesina a dos inocentes. Insisto, con una arma semiautomática, que, aunque se ejecute disparo a disparo, se autorecarga él solito y puede matar a varios antes de que a los servicios de seguridad les dé tiempo a reaccionar. De hecho, el majadero de Thomas ya lleva dos muertos en su haber.

Con un fusil automático, que hiere la cabeza del candidato republicano, no se puede fingir un atentado: era una arma asesina. De hecho, mató a dos personas. Y encima Trump ha mostrado valentía: mal vamos

Ni por un momento, nuestros comentaristas progres, sea de RTVE o de PRISA, han resaltado la valentía de Trump que, sin saber si iba a a morir o no, seguía, sangrando por la oreja, levantando el brazo, mientras era retirado por los miembros de seguridad. No, lo que realmente le preocupa a la progresía es que ese acto de coraje de Donald le puede hacer ganar la Casa Blanca. El pueblo, ya se sabe, es muy influenciable.

Sí, nuestra progresía es muy divertida. Lo es hasta El País, que comenzó hablando de "aparente" atentado contra el expresidente. Su actitud frente al atentado contra Trump, inequívocamente real, puede resumirse así: que conste que lo de Trump sólo fueron heridas leves. Tenían intención de matarle, ciertamente, pero tampoco hay que exagerar.

Y lo peor es que a lo mejor esto le hace ganar definitivamente las elecciones de noviembre. Y entonces, ¿qué vamos a hacer?

Con todo, la mejor reacción, ha sido la de Pedro Sánchez: coriácea defensa de un mundo sin violencia... ¡y sin odio! Esto demuestra el enorme sentido moral del presidente del Gobierno de España: lo que le preocupa a Sánchez, aún más que la violencia, es el odio. Vamos, que Sánchez está más ocupado en el pecado que en el delito... igualito que el cura de mi barrio.

Porque lo de violencia es delito objetivable, pero lo de la violencia mental y moral, el odio al prójimo... eso es un valor supremo  que atenta contra el compendio de todos los mandamientos: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

La mejor reacción, la de Pedro Sánchez: coriácea defensa de un mundo sin violencia... ¡y sin odio! Esto demuestra su enorme sentido moral: lo que le preocupa a Sánchez no es la violencia sino el odio. Vamos, que está más ocupado en el pecado que en el delito... igualito que el cura de mi barrio

Traducido al pensamiento sanchista (no, no es una contradicción en origen): si acuso a alguien de odio -que, por cierto, jamás se podrá probar- le anulo y si, además, introduzco el odio en el Código Penal, le pueden condenar, sin pruebas, hasta a cuatro años de cárcel, según el artículo 510 del Código Penal: ¿no es estupendo?

Naturalmente, allá, al fondo, lo que está en juego en la política norteamericana, no es el atentado contra Donald Trump, que lo único que demuestra es que vivimos en los tiempos del Nuevo Orden Mundial (NOM) donde los que son capaces de todo con tal de mantenerse en el poder no predican el amor pero condenan el odio... sobre todo con penas de cárcel.

Y más, el problema de la política estadounidense actual es que está liderada por un presidente católico-incoherente, que se pasa el Decálogo por donde no te digo, fiel imagen de la era de la blasfemia contra el Espíritu: los tiempos donde lo bueno se identifica como lo malo y donde el mal se defiende como bien.

Vamos, que Biden es, mismamente, un católico abortero. Enfrente, tiene a un protestante coherente, Donald Trump, que, a pesar de sus baladronadas, muestra unos sólidos principios morales sin necesidad de soltar sermones sobre el odio... que en bocas progresistas siempre suenan melodramáticos, huecos y hueros.

Entre el católico incoherente Biden y el cristiano coherente Trump, no hay que pensárselo mucho: me quedo con el protestante coherente.

Bueno y luego está lo de la senilidad.

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