En 2021, a sus 78 años, Biden se convirtió en la persona de mayor edad en alcanzar la presidencia estadounidense, y ahora en caso de ser reelegido, afrontará su segundo mandato con 82 años, de tal forma que podría permanecer hasta los 86 en la Casa Blanca.
La ausencia total de banquillo, hace que los demócratas se entreguen a Biden como candidato inevitable. Un candidato que no es deseado, ni por el conjunto de los americanos, como tampoco por sus colegas demócratas. En el conjunto de la opinión pública, un 70% de los estadounidenses no quieren que se presente a la reelección, opinión mayoritaria también en su propio partido, donde un 51% no quiere que se presente, por apenas un 26% que sí quiere que vuelva a ser candidato.
En lo único que se ponen en común los demócratas para apoyar a Biden, es por su odio al expresidente Donald Trump, quien con casi total seguridad será su rival el año que viene.
Así, el senador por Vermont, Bernie Sanders, quien fuera el principal rival de Biden en las primarias demócratas de 2020 y líder eterno del influyente ala de izquierda radical del partido, tras el anuncio del presidente, ha anunciado que no presentará su candidatura para disputarle las primarias, sino que directamente le brinda su apoyo. Pero ojo, a la hora de apoyarle, no ha ensalzado cualidad alguna del actual presidente, simplemente se ha limitado a insultar a Trump y a afirmar que el único motivo por el que apoya a Biden es para confrontar al expresidente republicano:
Ningún otro líder demócrata reúne los elementos necesarios para ser candidato presidencial. La que sería la sucesora natural, la vicepresidenta Kamala Harris, a pesar de los intentos de la progresía mediática de promocionarla públicamente, tiene unos datos de popularidad lamentables. Otros candidatos, como el secretario de Transporte de la Administración Biden e icono del movimiento LGTBI, Pete Buttigieg tampoco congrega apoyos suficientes para desafiar a Biden en las primarias.
Una elección presidencial que presenta novedades relevantes, dado que históricos Estados clave como Florida, Iowa u Ohio han dejado de serlo, dado que la notable popularidad de Trump en dichos Estados los ha convertido en republicanos. En el caso de Florida, tercer Estado más poblado del país, y antaño uno de los Estados que decidían la Casa Blanca, los estrategas demócratas aseguran que el Estado está muerto para su partido en los comicios del año que viene, y que centrarán la inversión de campaña en otros Estados.
Así, para conocer quién será el próximo presidente, tendremos que centrar el foco en lo que ocurra en los Estados clave de Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin.
A pesar de su escasa popularidad en el electorado general, la ausencia de entusiasmo que genera en su propio partido y las dudas acerca de su capacidad para ejercer el cargo dado su aparente deterioro cognoscitivo, lo cierto es que Biden sigue siendo la mejor y única baza de su partido para retener la Casa Blanca en los comicios del año que viene.