Eran casi las 11 de la noche del miércoles 26, hora española, cuando el Ministerio de Asuntos Exteriores del Reino de España, es decir, el canciller José Manuel Albares, se decidía a condenar "el intento de ruptura del orden constitucional y de la democracia en Bolivia". La tardanza tiene dos razones: la confusión ideológica en la que vive Occidente, por lo que nuestros políticos, mismamente don José Manuel, se pasan el día preguntándose 'quiénes son los nuestros' y la crisis profunda de nuestros servicios de información, especialmente en Hispanoamérica, donde se muestran incapaces, no sólo de prever una asonada militar, sino de no tener ni la menor idea de quienes son los protagonistas de la misma y, por tanto, de conocer el móvil, de quienes lo han protagonizado.

Total: que el militar Juan José Zúñiga toma la Plaza Murillo de la Paz y pretende ingresar en el Palacio presidencial de Lucho Arce. Es más: una tanqueta irrumpe por una de las puertas. Al final, Arce resiste y como el general Zúñiga parece un patán incapaz de dar un golpe de Estado según los cánones, acaba neutralizado y detenido. Hasta ahí todo bien. Desde la cárcel, Jeanine Áñez, a quien ahora nos referiremos, condenó el golpe de Zúñiga a pesar de que los seguidores de los militares habían invocado su figura.

Bolivia es un país que vive bajo el imperio cocalero, cuna del comunismo indigenista, del estrafalario de Evo Morales y de su exmonaguillo, Lucho Arce. En ninguno de los dos radica la esperanza de Bolivia sino en la encarcelada Jeanine

De inmediato, Josep Borrell, deseoso de brillar en sus últimos días como míster PESC -menudo carrerón ha hecho el socialista ilerdense como canciller de la UE, menos mal que se marcha- se ha apresurado a condenar "cualquier intento de golpe de Estado" en La Paz. Y este neolenguaje diplomático no es cosa de risa: de una tacada, en un solo comunicado, Borrell, no condena un golpe de Estado, sino todos los golpes de Estado posibles. ¡No me digan que no es brillante!

Ahora bien, el populismo de izquierdas que asola la Iberoamérica actual no es leninista, es gramsciano: no pretende la revolución en la calles, al modo de Fidel Castro o de los soviets. Esto es: el neocomunismo, en España Podemos o Sumar, así como el socialismo populista de Pedro Sánchez, prefieren llegar al poder democráticamente y, una vez en el poder, manipulan todos las instituciones del Estado, sobre todo los tribunales y los medios de comunicación, para, forzando la ley y a la sociedad, evitar que la oposición jamás pueda ganar otras elecciones, nunca jamás. Y si aún así lo hiciera, ya me encargaré de pactar con cualquiera minoría con tal de mantenerme en la poltrona. ¿Les suena?

Se trata de llegar al 'comunismo democrático', en síntesis, a la democracia populista, donde todo discrepante debe ser condenado de hecho por no poseer... credenciales democráticas. El que no piense como yo es un ultra y debe ser expulsado del sistema... o condenado por delito de odio. Esto es la Bolivia de Lucho Arce y Evo Morales, pero también es la España irrespirable de Pedro Sánchez. Dicho sea.

En el caso boliviano, este caldo se calienta en una masa indigenista, la de Evo Morales, un personaje siniestro, inclemente como todo el panteísmo de la Pachamama, donde el hombre es un elemento más de la naturaleza -igualito que en el animalismo europeo- y, por tanto, un ser susceptible de ser eliminado si con ello se consigue el equilibrio del 'pan', del todo. Recuerden que panteísmo significa "todo es Dios".

En Bolivia aún no se ha superado el panteísmo inclemente de la Pachamama contra el que tanto lucharon los conquistadores españoles. En él, el hombre es prescindible, ha dejado de ser el Rey de la Creación

Digo esto porque en las cárceles bolivianas se pudre Jeanine Áñez, acusada de golpismo, cuando lo único que intentó fue frenar un golpe de Estado popular, con una masa enardecida de indígenas consumidores de coca que tomaron el país en nombre de Evo Morales. Recuerdo que una de las principales quejas de esta mujer valiente era su denuncia de que los indios violaban a toda las mujeres que se encontraban a su paso en sus muy legítimas protestas pro-democráticas. Áñez tuvo que emplear la fuerza para detenerles... y eso le costó el cargo. ¡Qué curioso! No vi entonces ni he visto con su condena que las feministas europeas defendieran o defiendan a Jeanine. Lógico, era una repugnante católica que incluso rezaba el rosario: ¡Qué horror!

Naturalmente, otra vez Gramsci, en cuanto Áñez perdió, por deriva hacia la prisión de Miraflores, llegó al poder Lucho Arce, el monaguillo de Evo Morales.

Pues bien, Áñez ha condenado sin miramientos el golpe de Estado de Zúñiga.

Pero al final, -y las cancillerías occidentales que tanto le alababan respiraron hondo- Arce decidió prescindir del histriónico Evo y volar sólo. Eso sí, sigue siendo un "comunista democrático" y, al igual que ocurre con Pedro Sánchez en España, el que se atreva a discrepar de él es un ultra, un fascista.

Bolivia se ha convertido en el espejo de Occidente, esa zona del mundo formada por Europa y América, hoy en crisis profunda por abandono de sus valores cristianos,... que son los únicos valores que existen. No al golpe del Estado de Zúñiga pero cuidado con la democracia adulterada del 'comunista democrático' Lucho Arce. Yo me quedo con Jeanine Áñez y con la Bolivia hispano-cristiana, no con el indigenismo panteísta de Morales y Arce.

Y recuerden: en Bolivia aún no se ha superado el panteísmo inclemente de la Pachamama contra el que tanto lucharon los conquistadores españoles. En él, el hombre es prescindible, ha dejado de ser el Rey de la Creación.