A Samia Saikali, de 67 años, le diagnosticaron un cáncer de estómago inoperable. Su médico le dijo que sólo había dos opciones. Si decidía no tratarse, le quedaban de tres a seis meses de vida, si por el contrario recibía quimioterapia, llegaría al año de vida. La canadiense optó por tratarse.
“Mi madre era una madre, amiga, hermana y tía vivaz, cariñosa y afectuosa que amaba la vida y viajaba”, dijo a Global News Danielle Baker, una de las hijas de Saikali.
Su hija asegura que le pidió que "hiciera lo que pudiera, que hiciera tratamiento y luchara lo que pudiera y aguantara todo lo que pudiera".
El oncólogo tardó 10 semanas en darle cita, lo que fue crucial para su vida, "No debería haber tardado tanto, porque esa era la diferencia, especialmente un cáncer agresivo", "Entre que mi madre fuera lo suficientemente fuerte como para manejar, y soportar, el tratamiento para darle una oportunidad justa de más meses de vida, o no", asegura la hija de Samia.
“Es cruel que te den un diagnóstico tan terrible y luego te digan que simplemente esperes, te sientes y esperes. Y espera y espera a que te elijan. Y sabiendo que cada semana se ponía sobre la mesa el caso de mi madre y tal vez su resultado no fue el mejor, y tal vez por eso no la eligieron esa semana”.
“Entonces hay alguien con cáncer en etapa 4 que sufre un dolor debilitante y le dicen que no podemos hacer nada por usted si las citas no son lo suficientemente rápidas, qué podemos hacer. Así que vaya a emergencias, siéntese allí durante más de un día para que el médico de urgencias finalmente le diga exactamente lo que todos saben que necesita y lo obtenga”, dijo Baker.
Cuando la cita llegó sólo quedaban unas semanas de vida, por lo que la mujer tuvo que recurir a la eutanasia, tras no poder conseguir un oncólogo que tratara su enfermedad.
No es la primera vez que el Gobierno canadiense se lo pone difícil a un ciudadano para conseguir ayuda y le ofrece la eutanasia como alternativa. Hispanidad recogió el caso de una mujer de 51 años, víctima de una sensibilidad severa a los productos químicos, llevaba años pidiendo sin éxito una vivienda asequible libre de humos y limpiadores industriales. Tras su enésimo fracaso, esta persona acabó pidiendo la eutanasia. También en Canadá, una joven en situación de discapacidad y en condiciones económicas vulnerables -otra mujer de 31 años y con una patología parecida-, acaba de obtener la aprobación final para recibir la eutanasia después de no encontrar una vivienda adaptada a sus necesidades. Así como los casos de exmilitares que han pedido ayuda y se les ha ofrecido la eutanasia.
Y es que es por todos sabido que el Gobierno canadiense da todo tipo de facilidades a las personas que quieren acabar con su vida por el solo hecho de no encontrar salida a su situación económica.
A pesar de los intentos del gobierno canadiense en justificar la eutanasia como una cuestión de autonomía personal, lo cierto es que no ha disimulado las "ventajas económicas" de esta medida. De hecho, confirmó en un informe oficial la reducción que había supuesto la ley de la eutanasia de los costes médicos de pacientes. El de la eutanasia es un plano inclinado por el que Canadá se desliza a pasos agigantados.
Y en este plano es en el que está inmerso España desde la aprobación de la ley de la eutanasia. Lo reivindicaba la pasada semana Javi Gámez, enfermo de ELA: "Sigo en las manos de un sistema que me desatiende de manera consciente y que me aboca a pedir una eutanasia que no quiero".