En septiembre del año 2017, la entonces presidenta chilena Michele Bachelet aprobó una ley del aborto que lo contemplaba en los casos de riesgo para la vida o la salud de la madre, inviabilidad del bebé o violación.

Ahora, el actual presidente, el ultraizquierdista Gabriel Boric, tras fracasar en su intento de aprobar una nueva Constitución, ha anunciado que pretende aprobar una nueva ley del aborto y legalizar la eutanasia.

El mandatario (38 años) explicó que "en septiembre de 2017 la presidenta Bachelet promulgó la ley 21.030 que permitió el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales. Han pasado siete años y, con ese tiempo prudente de evaluación, hemos decidido mejorar su aplicación". Y añadió: "Hemos ingresado a Contraloría un nuevo reglamento para esta ley. Con ello, buscamos garantizar que la población conozca sus opciones, asegurar un derecho que está establecido en la ley y que la objeción de conciencia personal no obstaculice el aborto en estas tres causales, y que el lugar donde se viva y la capacidad de pago no sean una barrera para que la atención sea oportuna".

Y sobre la eutanasia, Boric apuntó: “Les debemos una respuesta a quienes sufren enfermedades terminales incurables que conllevan una disminución avanzada e irreversible de sus capacidades, con sufrimientos físicos persistentes e intolerables que no se pueden aliviar y que él o la paciente consideran inaceptable”. 

Ante el anuncio de Boric, la conferencia Episcopal chilena respondió con un comunicado en el que señala: "Lamentamos profundamente estas iniciativas, que atentan contra el valor sagrado e inviolable de la vida humana. Cuando el país y la misma autoridad están empeñados y haciendo grandes esfuerzos por crear un ambiente de mayor seguridad y de un mejor cuidado de la vida de todos, estas propuestas resultan contradictorias con ese afán. La Iglesia no cesa de recordar que la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural".

Recodemos que el aborto atenta contra la ley natural porque todo el mundo puede saber con su sola razón que matar a un niño en el vientre de su madre es un asesinato. Y la ley natural pide que ese niño siga viviendo.  

Y que la eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo, es decir, que es ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural. Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes: como el ‘no’ a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio. Es decir, es la misma razón por la que hay que oponerse también a la pena de muerte, al asesinato o al homicidio: no con un argumento religioso, sino meramente humano y racional.

En los países donde la eutanasia se ha legalizado está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia incluso sin su consentimiento.