La nueva presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, toma posesión de su cargo el próximo 1 de octubre.

Sheinbaum es la sucesora, y del mismo partido MORENA, de Andrés Manuel López Obrador, un ultraizquierdista que odia a España porque los españoles de hace 500 años osaron pisar tierras aztecas (no existía México) y civilizar no sólo aquellas tierras sino casi el continente entero (lo mismo que hizo Roma, por ejemplo, con la península ibérica, hace más de dos mil años; pero lo contrario de lo que hizo Francia, arrasar España, a principios del siglo XIX: y los españoles no estamos todo el día quejándonos de eso). 

Pues bien: la sombra de López Obrador debe debe ser alargada en el nuevo Ejecutivo mexicano porque se ha decidido no invitar a la toma de positón al Rey de España Felipe VI, algo que es tradición desde hace muchos años: que el monarca español asista a las tomas de posesión presidenciales en los países hermanos de Iberoamérica. 

Y en esta ocasión (y sin que sirva de precedente), el Gobierno español ha acertado al emitir un comunicado que dice lo siguiente

"El Gobierno de España considera inaceptable la exclusión de S.M. el Rey de la invitación a la toma de posesión de la presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum Pardo, el próximo 1 de octubre en Ciudad de México. Por este motivo el Gobierno de España ha decidido no participar en dicha toma de posesión a ningún nivel". 

Hoy, la ministra de Defensa de España, Margarita Robles, ha lamentado lo sucedido: "Lo sentimos muchísimo porque el pueblo mexicano es un pueblo hermano". Pero ha añadido que "si se excluye al jefe del Estado, España no va a estar representada".

Horas después, y como respuesta, la presidenta electa de México explicó, en un comunicado en redes sociales, que invitó a Sánchez pero no al Rey porque el monarca no respondió a una carta de AMLO, en 2019, en la que le exigía disculpas por el pasado colonial de España. 

Esta Claudia es peor de lo que parecía.