La noche electoral del pasado martes, se convirtió en una pesadilla inesperada para los demócratas. Y no es para menos, de manera sorpresiva, perdieron el gobierno del Estado de Virginia, un Estado donde los republicanos llevaban años de derrota en derrota, tanto en las elecciones estatales como en las presidenciales. Así, el candidato republicano Glenn Youngkin, un empresario desconocido para el público general hasta hace unas semanas, y que contaba con el apoyo del expresidente Donald Trump, se imponía al todopoderoso candidato demócrata Terry McAuliffe, uno de los pesos pesados de la formación progresista.
¿Es el principio del fin de la era Biden?
Pero, sin duda, la derrota supone una auténtica bofetada para el actual presidente Biden, por ser Virginia un Estado demócrata, de especial relevancia por su estrecha vinculación territorial y política con la capital federal Washington DC, y por la entidad del candidato demócrata. Y es que Terry McAuliffe no es un cualquiera, sino uno de los principales artífices del poder demócrata en la sombra, y un calco personal e ideológico del inquilino del Despacho Oval. Católico progresista, ha recibido críticas por parte de la Iglesia Católica en su Estado, por su rabioso apoyo al aborto y por tratar de cargarse la objeción de conciencia de las organizaciones y agencias católicas del Estado.
McAuliffe es un católico progresista que ha recibido críticas por parte de la Iglesia Católica en su Estado, por su rabioso apoyo al aborto y por tratar de cargarse la objeción de conciencia de las organizaciones y agencias católicas del Estado
Su vínculo con el poder demócrata viene desde joven. Casado con la hija de uno de los responsables de recaudación de fondos de la campaña presidencial del expresidente demócrata Jimmy Carter, su ascenso político se debió a su amistad personal y política con el matrimonio Clinton. Fue ascendiendo hasta que en 2001 se convirtió en presidente del Partido Demócrata, cargo que ocupó hasta 2005. En 2008, fue el director de la primera campaña presidencial de Hillary Clinton, en la que sucumbió en las primarias demócratas contra el entonces senador Barack Obama.
A pesar de su cercanía con los Clinton, su carácter camaleónico y su influencia en el aparato demócrata, le permitieron mantener una estrecha relación con el presidente Barack Obama, siendo éste uno de los principales abanderados de McAuliffe en su primera campaña a gobernador de Virginia, contienda que resultó un éxito llegándose a proclamar gobernador del Estado entre 2014 y 2018. En las elecciones presidenciales de 2016, estuvo en las quinielas para convertirse en candidato a vicepresidente en la fallida candidatura presidencial de Hillary Clinton.
No se pudo presentar a la reelección como gobernador de Virginia en 2017, por cuanto la Constitución del Estado no permite dos mandatos consecutivos, pero sí en legislaturas posteriores. Por ello, tras impulsar como sucesor a su entonces número dos y vicegobernador, Ralph Northam, quien actualmente ocupa el cargo de gobernador, se presentó de nuevo este año para recuperar su antiguo puesto. En las pasadas elecciones presidenciales, McAuliffe fue una figura clave para que el aparato demócrata afianzara la candidatura de Joe Biden, con quien le une una gran amistad.
En las pasadas elecciones presidenciales, McAuliffe fue una figura clave para que el aparato demócrata afianzara la candidatura de Joe Biden, con quien le une una gran amistad
Su poder dentro del partido ha conseguido algo que pocos candidatos logran, reunir en su campaña a todos los líderes de su partido. Joe Biden se movilizó durante la campaña en su apoyo, como también lo hicieron los expresidentes demócratas Barack Obama y Bill Clinton. Este último llegó a recaudar en un solo evento más de 425.000 dólares para la reelección de McAuliffe.
La campaña demócrata consistió, una vez más, en demonizar a Donald Trump, y dibujar al candidato republicano Glenn Youngkin, como un abanderado del trumpismo.
La clave de la victoria republicana ha estado precisamente en el rechazo de la población a la vacunación obligatoria, así como a la exigencia de mascarilla y también en la batalla por la libertad educativa, Como ya contó Hispanidad, semanas atrás, en uno de los debates electorales entre McAuliffe y Youngkin, el candidato demócrata preguntado por el adoctrinamiento en las aulas con la ideología de Black Lives Matters (BLM), afirmó que “los padres no deberían tener papel alguno para dirigir la educación de sus hijos”, a lo cual su contrincante en el debate, el candidato republicano Youngkin, respondió que “son los padres quienes deben estar a cargo de la educación de sus hijos”. Hasta tal punto ha jugado un papel relevante la libertad en las aulas, que en el discurso de Youngkin como vencedor, los carteles que más portaban los militantes republicanos rezaban “Los padres con Youngkin”.
Esta victoria republicana sorprendió y amargó a los demócratas, pero pudo ser peor: en el todavía más progresista Estado de Nueva Jersey, donde también se decidía el gobierno estatal, a punto estuvo de perder el actual gobernador y candidato demócrata Phil Murphy
Esta victoria republicana sorprendió y amargó a los demócratas, pero pudo ser peor. Y es que la noche de susto pudo ser mayor si cabe para los demócratas, por cuanto en el todavía más progresista Estado de Nueva Jersey, donde también se decidía el gobierno estatal, a punto estuvo también de perder el actual gobernador y candidato demócrata Phil Murphy, contra el desconocido candidato republicano Jack Ciatarelli, en una intensa noche electoral, algo que los estrategas demócratas no previeron, dado que Nueva Jersey emula en progresismo al vecino Estado de Nueva York.
La debacle de Biden en las urnas se produce la misma semana que la Casa Blanca ha anunciado la puesta en marcha de la obra cumbre del adoctrinamiento progresista, la denominada “Estrategia Nacional de Igualdad de Género”, que en su propio articulado señala como objetivos fundamentales “la protección del derecho constitucional al aborto” y “restaurar el liderazgo global estadounidense en derechos sexuales y reproductivos”. Además de la promoción del aborto y la ideología de género, este plan también incluye un poderoso influjo antisistema, reflejado en los ataques frontales del progresismo a las fuerzas y cuerpos de seguridad, dado que afirma que se pretende eliminar la exigencia de fianzas para los delincuentes, dado que atentan contra “la igualdad racial y de género”. Traducido: los civilizados muchachos del movimiento marxista BLM podrán seguir incendiando las calles y poniendo en solfa la seguridad del país, y además ahora no solo contarán con la connivencia política de los demócratas, sino también con el respaldo jurídico de las normas que emanan del gobierno federal.
No obstante, el hartazgo de los estadounidenses contra los demócratas sigue creciendo solo un año después de la victoria de Joe Biden. Así, en la muy progresista ciudad de Minneapolis, epicentro de BLM y lugar de fallecimiento del afroamericano George Floyd en el verano de 2020, los votantes han rechazado en referéndum la eliminación del Departamento de Policía de la ciudad. Una dolorosa derrota para los demócratas, dado que la abanderada de esta medida era la líder del poderoso sector antisistema del partido, la congresista demócrata musulmana, Ilhan Omar, cuyo distrito electoral abarca la ciudad de Minneapolis.
¿Virginia marcará el comienzo del fin de Joe Biden?