La intervención de Vladimir Putin en el Club Internacional de Debate Valdai debe ser leída con detenimiento. Les anticipo que su intervención revela, al menos así lo he entendido yo, que lo más peligroso es que el alma nacionalista socialista de Putin se imponga a su alma cristiana. Lo digo porque, a veces, da la impresión de que el presidente de Rusia no identifica a Occidente con la cosmovisión cristiana de la vida... y a veces sí. Dicho de otra forma, lo que temo de Vladimir Putin, además de que puede resultar extremadamente cruel, es que se conforme con creer en la Madre Rusia, una forma de panteísmo como otra cualquiera.
En otro discurso, Putin ha hablado de los dos occidentes: el cristiano y el progresista. En cualquier caso, en el Club Valdai, Putin habló, con gran brillantez, alejado de los alambicados y frívolos discursos de los líderes europeos, sobre los dos occidentes. En 2022, como asegura Putin, hay dos occidentes: el de la fe cristiana y el que no cree en nada, a día de hoy, mayoritario.
La guerra de Ucrania puede terminar mal, con la derrota de Rusia, o puede terminar bien, ganándose a Moscú para Europa y para Occidente
El presidente ruso está tendiendo la mano a Europa y Estados Unidos pero, al parecer, ni los Joe Biden ni los líderes europeos se han percatado de ello. No han caído en la cuenta de que la guerra de Ucrania no puede, no debe terminar con la destrucción de Rusia o con la defenestración de Putin. No se trata de destruir Rusia, sino de integrarla en el mundo libre... porque Rusia es cristiana.
Putin no es un loco: es ruso, inclemente pero racional, anti-yanqui pero occidental... y antiprogre: cree en algo. Esto último es lo más importante. Porque el problema de ese segundo occidente al que él se refiere, es que en el siglo XXI, está regido por hombres que no creen en nada. Y cuando no se cree en nada, entonces nada importa nada: sólo la propia supervivencia.
La guerra de Ucrania puede terminar mal, con la derrota de Rusia, o puede terminar bien, ganándose a Moscú para Europa y para Occidente... tal y como debió hacerse en 1989.
La hoja de ruta de Rusia la fijó la Virgen María en Fátima. Hoy, como asegura Putin, hay dos occidentes: el de la fe cristiana y el que no cree en nada, hoy mayoritario
La hoja de ruta de Rusia la fijó la Virgen María en Fátima, a partir de 1917. La única vidente sobreviviente, Lucía, no dejó de insistir en la consagración de Rusia al Sagrado Corazón. E independientemente de lo que ocurra, lo cierto es que Rusia es cristiana.
No cometamos el mismo error de 1989, cuando cayó el muro de Berlín. No hay que destruir a Rusia, hay que integrarla en el mundo libre. Y de paso, Occidente debe recristianizarse, volver a esos principios cristianos a los que se refiere el presidente ruso... y a los que tienen mucho cuidado en referirse ningún líder occidental, no les vayan a tildar de cristianos, que hoy significa en la diplomacia europea, lo mismo que ultra.
Los dos occidentes a los que se refiere Vladimir Putin deberían volver a ser uno.