Esta misma mañana les contábamos en Hispanidad que el propio Trump ha reconocido durante una entrevista a Jesse Watters de Fox News que nadie le advirtió del riesgo de subirse al escenario, a pesar de que algunos agentes estaban al tanto de la amenaza: “Nadie lo mencionó, nadie dijo que había un problema”. Y eso que el Servicio Secreto había recibido "varios avisos". 

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Varios republicanos habían pedido la dimisión de la directora del Servicio Secreto, Kimberly Cheatle, por la actuación en el tiroteo. Cheatle acudía ayer lunes al Congreso a dar explicaciones sobre los innumerables fallos de seguridad y los desconcertantes protocolos y decisiones de gestión, o al menos eso era lo que se esperaba.

Cheatle ha reconocido que ha sido el "fracaso operativo más significativo" de la historia del Servicio Secreto: "La solemne misión del Servicio Secreto es proteger a los líderes de nuestra nación. El 13 de julio, fracasamos". Y admitía que recibió avisos sobre "una persona sospechosa entre dos y cinco veces antes del tiroteo" y que el tejado desde donde dispararon a Trump fue revisado e identificado como una posible vulnerabilidad días antes del mitin.

Sus explicaciones resultaron insuficientes para los congresistas que insistieron en su dimisión, pero Cheatle se mostró desafiante y se negó a dimitir. 

Hasta ahora, porque las presiones sobre Cheatle han hecho que se vea obligada a dimitir. Y es que, los fallos cometidos fueron de tal calibre que al terminar su declaración en el Capitolio, Jamie Raskin, congresista demócrata de Maryland, y James Comer, republicano de Kentucky, y los dos representantes de mayor rango de la comisión, firmaron una carta conjunta que exigía a Cheatle que asumiera su responsabilidad y se apartara de su cargo.