A menos de dos semanas para las elecciones y con los sondeos, tanto a nivel nacional como en los Estados clave, reflejando una preocupante evolución para los demócratas, la formación progresista eleva el nivel de los ataques personales en todos los frentes contra el expresidente Trump.
A medida que sigue bajando en las encuestas, la vicepresidenta Kamala Harris insulta con más intensidad a Donald Trump, al que esta semana ha calificado como “un fascista”, una terminología política a la que, por desgracia estamos acostumbrados en España, pero poco habitual en la primera potencia mundial. Para ello, Harris se ha basado en las declaraciones vertidas en una entrevista por John Kelly, quien fuera primero secretario de Seguridad Nacional y, más tarde, jefe de gabinete de la Casa Blanca en la Administración Trump, el cual ha afirmado que Donald Trump encajaba en la definición de fascista. Lo cierto es que no es la primera vez que Kelly insulta a su antiguo jefe de filas, algo que no ha dejado de hacer desde que le cesó de su cargo en el año 2019, es decir, mucho antes de terminar el mandato presidencial del republicano, y por quien siente una animadversión absoluta.
Sorprende también que Kelly se refiera a Trump como un “fascista” y que dicho testimonio puramente subjetivo y no acreditado mediante prueba alguna, sea acogido alegremente por los demócratas, cuando Kelly precisamente fue cuestionado en el pasado por sus posturas radicales, entre otras cuestiones, sobre la esclavitud. Cabe recordar que en 2017, Kelly manifestó simpatía por el bando confederado de la Guerra Civil, defensor de la esclavitud, y calificó al líder del Ejército Confederado, Robert E. Lee, como un "hombre honorable" que "renunció a su país para luchar por su estado". Sobre las causas de la contienda civil, Kelly llegó a afirmar que "la falta de capacidad para llegar a un acuerdo condujo a la Guerra Civil", poniendo por tanto al mismo nivel a unionistas y confederados esclavistas. Muchos historiadores describieron los comentarios de Kelly como ignorantes y radicales, y le recordaron que no fue la falta de acuerdo lo que condujo a la Guerra Civil, sino la defensa de la esclavitud por los confederados.
Sorprende que justo unos días antes del día de los comicios, la exmodelo Stacey Williams haya acusado a Donald Trump de una agresión sexual en 1993
La calificación de Trump como fascista también ha sido apoyada por el aún jefe de filas de Harris, el presidente Joe Biden. Preguntada por la cuestión, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, ha confirmado que “sí, el presidente Biden cree que Donald Trump es un fascista”.
Y el inquilino del Despacho Oval ha ido más allá, en un acto de campaña en Nueva Hampshire, en relación con Donald Trump, Biden ha afirmado que “hay que encerrarlo”, añadiendo a continuación que se refería a "encerrarlo políticamente”. Parece claro qué era lo que quería decir el presidente, y que no estamos, en este caso, ante una de sus habituales incoherencias argumentales.
La cuestión no acaba ahí, los progresistas se han hecho eco de una nueva acusación contra Donald Trump. Sorprende que justo unos días antes del día de los comicios, la exmodelo Stacey Williams haya acusado a Donald Trump de haberla manoseado en el año 1993, después de haber sido presentados ambos por Jeffrey Epstein.
El asunto no es baladí, como ya contamos en Hispanidad, la progresía mediática ha tratado de manera desesperada de vincular al difunto Epstein con el expresidente Donald Trump, aunque no consta que Trump visitara en algún momento la famosa isla donde tenían lugar las orgías de Epstein, extremo que habrían confirmado los propios testigos que aseguran que no tuvieron contacto alguno con el republicano.
El desagradable caso Epstein estuvo protagonizado por el difunto magnate financiero Jeffrey Epstein, quien, junto a su pareja Ghislaine Maxwell, creó una red de tráfico de menores en la que participaba la élite de la primera potencia mundial, especialmente la del sector progresista. No es para menos: el neoyorquino Epstein era el paradigma del millonario financiero progresista, y financió las campañas políticas de destacados líderes demócratas como Bill Richardson, Gary King o Jim Baca. También destacó por sus generosas donaciones a célebres instituciones progresistas, como la Fundación Clinton o la Universidad de Harvard. Y, entre los líderes demócratas con los que Epstein mantenía una estrecha relación estaba nada más y nada menos que el expresidente Bill Clinton, de quien el propio Epstein afirmó que “le gustan las jóvenes”, según una de las víctimas del caso. El expresidente aparece citado en más de cincuenta ocasiones en los archivos del caso, con el apodo “John Doe 36”. Clinton, por cierto, está jugando un papel muy relevante en la campaña demócrata en apoyo a Kamala Harris.
La campaña de Trump rápidamente ha negado las acusaciones de la exmodelo, de las que, por supuesto, no hay prueba alguna.