Masón, de apariencia andrógina, de soberbia napoleónica, banquero de inversión pero ministro socialista y de carácter tirando a insufrible. Pero ha vencido en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, celebradas el pasado domingo 10.
No sólo eso: vencerá, no lo duden, el domingo 24, y será presidente de Francia cinco años más. Una pésima noticia para toda Europa.
Emmanuel 'Lolito' Macrón, escoltado por su esposa, Brigitte Trogneux, una mujer con hijos, de su anterior matrimonio, mayores que Macron, acudió a votar en una campaña basada en la impúdica exhibición del espantajo de la ultraderecha: Le Pen es una fascista y si vota a Le Pen, volverá el nazismo o algo peor. Igualito que Pedro Sánchez en España.
La alternativa real continúa siendo la misma: progresismo frente a cristianismo. Pero la 'ideología' cristiana -el hombre es sagrado por ser hijo de Dios- no la defiende nadie en Francia
Aún así, el resultado, que superó el 26%, mucho, y con porcentaje creciente para lo habitual en las presidenciales francesas, revela un preocupante divorcio entre la clase política y el pueblo francés.
Macron y su República en Marcha -formación carente de ideología- obtuvieron un 27,35% de los votos mientras el Frente Nacional de Marine Le Pen se quedaba en el 23,97%.
Ojo, que el tercero en discordia fue el Partido Comunista (vamos, que la ultraderecha supone el peligro tremendísimo y el coco feroz): Jean-Luc Mélenchon obtuvo nada menos que el 21,7% de los votos. Si Macron fuera Sánchez ya se habría aliado con los comunistas de Mélenchon, como en España... mientras aseguraba, como en España, que el peligro verdadero es la perfidísima ultraderecha. Y por cierto, el PSOE francés obtuvo menos del 3% de los votos, el PP francés el 4,73% y entre ambos apenas superan al otro 'fascista' galo, Eric Zemmour.
Ya hemos dicho que el significado más venenoso del triunfo de Macron consiste en que ha conseguido que todo lo que suene a católico (aunque Le Pen no lo es) se identifique con lo ultra, con el extremismo, la radicalidad y, en último término, con el fascismo. Esto sí que supone el verdadero crepúsculo de las ideologías.
Como decía ayer un analista francés, Macron es "un "objeto político no identificado". Los franceses no le aguantan pero le votan porque si no llegaría... la ultraderecha: ¡Qué miedo!
Le Pen no es cristiana: representa la derecha pagana, de impronta nacionalista pero no católica. Es, por decirlo así, ultra y abortera
De entrada, Marine Le Pen es la derecha pagana por naturaleza, le llaman ultra pero es un ultra abortera. Curioso.
Sigamos: la abstención supera el 26%, que en unas presidenciales es mucho.... y todos votarán a Macron en la segunda vuelta. Si ha ganado la primera vuelta no les digo nada la segunda.
¿Qué significa todo esto? Pues significa aquello en lo que se ha convertido Europa durante este siglo XXI: en una impostura. Para empezar, no hay fuerzas cristianas o del humanismo cristiano, creador de Europa. Y la alternativa ideológica sigue donde lleva desde comienzos de siglo: progresismo - que no es otra cosa que el abajo los curas y arriba las faldas- frente a cristianismo, que defiende que la persona es sagrada, por ser hijo de Dios, frente a cualquier tipo de colectivismo, de izquierdas o de derechas.